En un comunicado hecho público hoy, monseñor Rouco explica que "a lo largo de más de una década, en la que se produjeron cambios importantísimos en la sociedad y el Estado, el cardenal Tarancón asumió la ardua tarea de la aplicación del Concilio Vaticano II en nuestra querida Archidiócesis de Madrid, simultaneándola con la no menos delicada de presiir la Conferencia Espiscopal Española".

Según el arzobispo de Madrid, "procurar el afecto colegial, y la unidad de criterios y acción pastoral entre los obispos españoles en esos momentos de la transición política era de vital importancia para conseguir y consolidar el diálogo de la Iglesia con la sociedad civil".

"Don Vicente", añade el arzobispo de Madrid, "se configuró así como una de las personalidades de la vida pública española que más contribuiría a que se crease entre nosotros un clima deconvivencia fecunda y de cooperación generosa donde primase la búsqueda del bien común".

En opinión de monseñor Rouco, "detrás de esa imagen tan conocida de uno de los grandes protagonsitas de la actualidad española se escondía la personalidad cálida, sencilla y piadosa de un sacerdote que amaba a Jesucristo y a su Iglesia con todo su corazón y que sentía una filial devoción por la Virgen nuestra Madre. Ese era y fue siempre su secreto desde sus años de joven párroco y arcipreste en su diócesis natal e Segorbe hasta los últimos momentos antes de su muerte".

"Mucho le deben la sociedad y la Iglesia en España a nuestro querido Cardenal Enrique y Tarancón -inestimables servicios de todo orden-, pero, sobre todo, le deben y singularmente nuestra Archidiócesis de Madrid, su entrega incansable al bien pastoral de la Iglesia y de su pueblo", matiza el arzobispo de Madrid.

Finalmente, monseñor Rouco invita a todos los fieles, comunidades parroquiales y otras instituciones y comunidades eclesiales de a Archidiócesis de Madrid, a unirse en la oración de la Iglesia Diocesana y de su pueblo por monseñor Tarancón.