"Cuando se agota el tiempo de esta reunión especial del tratado sobre protección ambiental de la Antártida", afirma la organización ecologista en un comunicado, "se está empujando a los gobiernos a aceptar apresuradamente una cláusula de abandono, que permitiría a cualquier país desligarse dentro de 50 años de sus obligaciones y realizar actvidades minerales de forma incontrolada".

Según Greenpeace, la delegación estadounidense ha rehusado variar su posición, que mantiene en solitario a pesar de la fuerte oposición de los restantes países miembros del Tratado Antártico.

De este forma, a juicio de los ecologistas, la Administración Bush hace peligrar la estabilidad del tratado, que ha servido para mantener con éxito un continente como territorio dedicado a la cooperación internacional desde hace 30 años.

"Todas las naciones, excpto EE.UU., habían logrado dejar a un lado los intereses nacionales para proteger la Antártida de la explotación mineral", afirmó Paul Bogart, coordinador internacional de la campaña de Greenpeace en defensa de este continente.

"La posición de Estados Unidos pone en cuestión la integridad de la Administración Bush en el escenario mundial", agregó el líder ecologista. "Está claro que el presidente Bush no tiene la intención de representar una influencia constructiva en la protección global del medio amiente del planeta. Por el contrario, está anteponiendo los intereses económicos nacionales, a pesar de las consecuencias que ello pueda tener".

Por ello, Greenpeace pidió a todos los países que integran el Tratado Antártico que se mantengan unidos en su oposición a los intentos de Estados Unidos de "destruir estas negociaciones".