CIENTOS DE PERSONAS DESPIDIERON A LA NIÑA AUTISTA FALLECIDA N UN MONTE DE LA CORUÑA
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La lluvia y el frío que previsiblemente provocaron la muerte de la niña autista Eva María Lavandeira no evitó hoy la asistencia de cientos de personas al entierro de la menor en el cementerio parroquial de San Xoan de Calo, en Vimianzo.
El sentimiento generalizado entre las aproximadamente mil personas que asistieron este mediodía al acto fúnebre era de dolor e impotencia por no haber podido evitar el trágico desenlace.
Con las bandera del pueblo a media asta y la mayoría de los comercios cerrados, recordando el luto oficial acordado para ayer y hoy, ni una sola familia de esta villa de diez mil habitantes dejó de estar representada con alguno de sus miembros en la despedida a la pequeña.
La representación institucional, encabezada por el propio alcalde de Vimianzo, Alejandro Rodríguez, se completó con la asistencia al sepelio del presidente de la Diputación de La Coruña, Augusto César Lendoiro, y el consejero de Sanidad de la Xunt, José María Romay Becaría, además del teniente coronel de la Séptima Zona de la Guardia Civil, Alberto Serrano del Río, y el titular del juzgado de paz de Vimianzo.
Aunque el secreto de sumario no permite conocer las conclusiones de la autopsia que durante cinco horas realizaron ayer los forenses de Muros, Carballo y Corcubión, la impresión unánime en el pueblo es que la pequeña se encontraba exhausta después de caminar cinco kilómetros monte abajo y, sorprendida por la oscuridad, se tumbó a descansa en un prado que la lluvia anegó en la primera noche.
El frío y la lluvia se sumaron al agotamiento, provocando la muerte de Eva María. Según esta hipótesis generalizada, la pequeña habría fallecido el primero o el segundo día después de haberse perdido, como ratifican quienes vieron el cuerpo de la niña, que según aseguran llevaba varios días sin vida.
El autismo de Eva María puede haber sido determinante en el fatal desenlace, ya que la tendencia de la pequeña a huir de las personas pudo evideniarse escapando en sentido contrario a las voces desesperadas con que la reclamaban los rastreadores durante la búsqueda.
José Lavandeira, que se ausentó del coche donde dejó a su hija por un cuarto de hora, para ver una yeguas de su propiedad, no es capaz de olvidar los tan sólo tres minutos en que dejó de tener el vehículo a la vista y que marcaron el comienzo de este trágico episodio.
(SERVIMEDIA)
27 Nov 1995
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