Siniestralidad vial
Del asfalto ensangrentado al podio paralímpico en París
- Dani, el triatleta paciente que se coronó con el oro; Pablo, el ciclista tenaz que se bañó en plata, y Judith, la esgrimista soñadora que debutó con un bronce
- Veintiún deportistas españoles compitieron en los Juegos en 2024 tras ser víctimas de siniestros de tráfico

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Dani Molina perdió su pierna derecha tras ser golpeado por un coche mientras volvía a casa en moto. Pablo Jaramillo arrastra secuelas en su extremidad superior izquierda al volcar su camión con melocotones en Despeñaperros. Y Judith Rodríguez camina sin pierna derecha después de dar vueltas de campana en automóvil al regresar a Vigo como subcampeona de España de esgrima. Son víctimas de siniestros de tráfico que renacieron para volcarse en el deporte y cumplir sus sueños de lograr una medalla en los Juegos Paralímpicos de París 2024.
España es uno de los mejores países del mundo en seguridad vial gracias a las medidas implantadas especialmente en las dos últimas décadas, sobre todo el carné por puntos, un régimen sancionador más efectivo para cobrar las multas y un endurecimiento del Código Penal.
A pesar de ello, 1.805 personas perdieron la vida en las carreteras y las calles españolas por siniestros viales en 2023, último año con datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), lo que supone casi cinco de media cada día.
Entonces, otras 9.266 tuvieron que ser ingresadas en hospitales por heridas de gravedad (cerca de 25 como promedio diario). Muchas de ellas conviven con secuelas de por vida y tienen que reconducir sus vidas hacia un camino que no imaginaban antes.
‘SUPERHÉROES DE INCÓGNITO’
Algunas vuelven a nacer como ‘ave Fénix’ y encuentran en el deporte una vía de escape que incluso ayuda a conquistar cotas impensables viajando alrededor del mundo enfrentándose a los mejores en sus respectivas disciplinas deportivas. Son un “ejemplo de vida, superación y competición”, manifestó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras presenciar ‘in situ’ varias pruebas paralímpicas en París.
Y se convierten en “superhéroes de incógnito”, en palabras de Almudena Rivera, periodista de ‘Marca’, que relata en un libro: “No llevan una capa que les haga volar, no se hacen invisibles y no traspasan paredes. Sus superpoderes son otros: una gran fuerza de voluntad, valentía a la hora de afrontar las adversidades, talento, perseverancia, optimismo, sentido del humor y, sobre todo, un enorme espíritu de superación”.
Alberto Jofre, director gerente del Comité Paralímpico Español (CPE) y cuádruple medallista de natación en los Juegos Paralímpicos de Nueva York 1984, precisa: “Las cifras de accidentes de tráfico han bajado, quizá por las campañas duras de la DGT, que nos hacen reflexionar a todos. El deporte ahora es una vía de reinserción. Antes era más residual que la gente buscara en la actividad física una manera de rehabilitación. Hoy en día, los deportistas paralímpicos son mucho más conocidos, casi líderes para la sociedad, y eso ayuda enormemente".
España estuvo representada en los Juegos Paralímpicos de París 2024 por 150 deportistas (139 con discapacidad y 11 de apoyo), de los cuales 21 tuvieron un siniestro de tráfico con secuelas: Sara Andrés, Agurtzane Egiluz, Sonia Ruiz, Laura Ugarte, Lalo Prieto, Alexis Ruiz, Jordi Ruiz, Fran Lara, Sara Aller, Pablo Jaramillo, Judith Rodríguez, Vicente Gil, Carlos Martínez, Adrián Mosquera, Javier García, Kike Siscar, Javier López Sayago, Eder Rodríguez, Dani Molina, Lionel Morales y Álex Sánchez Palomero.
Tres de ellos alcanzaron la gloria colgándose una medalla, cuyo corazón contiene un fragmento auténtico de la emblemática Torre Eiffel: el triatleta Dani Molina, oro; el ciclista Pablo Jaramillo, plata en la velocidad por equipos, y la esgrimista en silla de ruedas Judith Rodríguez, bronce en florete.
DANI MOLINA, GOLPEADO POR UN COCHE SIN RETROVISOR
Dani Molina (Madrid, 1974) nació en Madrid, pero sus padres decidieron emprender una nueva vida en Las Palmas de Gran Canaria cuando apenas tenía dos años. Después de un trienio, la familia regresó a la península para instalarse en Alcalá de Henares (Madrid).
En Gran Canaria hizo sus primeros pinitos en natación, que retomó en la ciudad complutense. “Mis padres me tiraron al agua obligado. Eran muy deportistas y a mis hermanos y a mí nos llevaron a nadar desde muy chiquititos. En Alcalá de Henares competí y llegué a ser campeón de Madrid en 100 y 200 braza, no se me daba mal. Pero me gustaba competir, no entrenar. Desde los 14 años hasta los 22, que tuve el accidente, no nadé prácticamente nada, me aburría mucho”, recuerda Dani a Servimedia.
Por ello, probó distintos deportes (atletismo, baloncesto, esquí acuático, tenis y windsurf), mientras confiesa que llevaba “una vida un poco distraída". “Hacía deporte y salía mucho”, señala. Se sacó el título de delineante por una rama de FP y obtuvo plaza para estudiar topografía en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), pero no le entusiasmaba.
“Compaginaba mis estudios con un bar de copas que cogí a medias con mi hermano en Guadalajara. A mis padres no les pareció demasiado bien y querían que siguiéramos estudiando”, indica.

Con 14 años se subió a un ciclomotor y a los 18 obtuvo el carné de moto. Hasta entonces, solo tuvo una caída reseñable en motocicleta, que le mantuvo una pierna escayolada durante un verano, tras salirse de una curva cerca de Sacedón (Guadalajara), donde sus padres tienen una casa.
Su vida transcurría con los estudios y el bar de copas hasta que volvió a nacer el 28 de mayo de 1997, cuando tenía 22 años. “Era miércoles y las siete y media de la tarde, más o menos. Volvía de Guadalajara a Alcalá después de organizar el bar para el fin de semana. Un coche salió de una gasolinera y me golpeó cuando se reincorporaba a la autovía. No llevaba el espejo del retrovisor izquierdo. El conductor miró de reojo hacia atrás, no vio a nadie y di con mi rodilla derecha en la parte izquierda del coche. Salí disparado. La rodilla se me partió por mil sitios”, enfatiza.
“Fue un miércoles. Pues el lunes anterior aprobé el carné de coche, pero nunca he llegado a conducir un automóvil con marchas. Y desde entonces no he vuelto a coger una moto”, sentencia.
Dani fue evacuado hasta el Hospital Universitario de Guadalajara, donde los médicos lograron estabilizarle, y desde allí le trasladaron hasta el Hospital Ramón y Cajal, de Madrid. “Después de varias operaciones, me hicieron un ‘by pass’ porque tenía rotas las venas y las arterias. La sangre bajaba, pero no subía y el médico me dijo: ‘Si quieres hacer una vida más o menos normal, lo mejor es amputarte la pierna derecha. No vas a poder apoyar el pie’. Tenía partida la tibia, rotos los dedos… Me vi tan mal que lo acepté. Al final, perder solo una pierna no es tan grave”, recapitula.
Tras ese siniestro con moto que casi le cuesta la vida, en agosto de 1997 volvió a casa e inició una nueva vida con muletas hasta que una prótesis le ayudó a andar. Casi un año después, se reencontró con su entrenadora de natación en Alcalá de Henares y retomó el deporte, al tiempo que inició la carrera de arquitectura técnica en la universidad alcalaína. Entonces pesaba casi 100 kilos y la piscina le ayudó a mantenerse en forma.

EL ‘REY MIDAS’ DEL TRIATLÓN
Dani debutó como deportista paralímpico en los Juegos de Atenas 2004, donde participó en los 100 metros braza. Pero después colgó el bañador de alta competición y trabajó como arquitecto, ya que el deporte no le reportaba los suficientes ingresos para su día a día.
En 2012 surgió el flechazo con el triatlón, después de estrenar una nueva prótesis que le permitía correr y flexionar la rodilla para pedalear. “Los comienzos fueron duros. Mi primera carrera fue el campeonato de España de duatlón y quedé cuarto. Luego fui tercero en la Copa del Mundo que se celebró en la Casa de Campo, en Madrid”, recalca.
El triatlón se estrenó como deporte paralímpico en los Juegos de Río 2016, pero Dani no pudo competir porque su categoría de discapacidad se quedó fuera del programa deportivo. Entrenó otros cuatro años con la idea de estar en Tokio 2020, pero ocurrió lo mismo que en la cita carioca.
El ansiado debut paralímpico como triatleta llegó en París 2024. Ya era pentacampeón del mundo y ganó seis campeonatos de Europa. Había ganado 33 de las 36 carreras disputadas desde 2017.
El ‘rey Midas’ mordió la medalla de oro bajo un cielo soleado con temperaturas agradables. La prueba tuvo como inicio y final el Puente Alejandro III, construido sobre el río Sena para la Exposición Universal de 1900, alrededor del cual se ubicaron las gradas para unos 2.500 espectadores. Finalmente, el segmento de natación pudo celebrarse en el Sena, pese a las dudas iniciales por la salubridad de sus aguas.
“Toda mi vida compitiendo para ganar una medalla de oro en los Juegos Paralímpicos. Dije que iba a ganar y así ha sido, no es prepotencia. Ya sabía que iba a ser campeón paralímpico. Después del nacimiento de mis hijos es el mejor día de mi vida”, afirmó nada más consagrarse en París.

PABLO JARAMILLO, CONTRA UN ÁRBOL EN DESPEÑAPERROS
El calendario marcaba un nuevo siglo, 2001, cuando Pablo Jaramillo (Madrid, 1977) tenía 23 años y circulaba con su camión articulado cargado de melocotones por Despeñaperros. Había salido de Los Rosales (Sevilla) hacia Alemania para emprender otro viaje más como en los dos últimos años. Normalmente, transportaba frutas y verduras en dirección a otros países europeos y retornaba con productos tecnológicos, electrónicos o incluso cartón.
Nació en Madrid, pero a los dos años su madre se separó de su padre y se llevó a sus tres hijos a Almería. “No quería estudiar y tuve que trabajar. Me enrolé en la vorágine laboral para salir adelante porque la situación en nuestra familia no era boyante ni estaba la figura del padre”, rememora Pablo a Servimedia.

El 29 de abril de 2001 marcó un antes y un después en la vida de Pablo. “La carga se movió un poco, no pude controlar el tráiler y me estampé contra un árbol. Quedé enganchado con el brazo izquierdo a dos metros de altura y por lo menos dos horas, entre los amasijos de hierro del camión. Vinieron los bomberos, me excarcelaron y después vino la ambulancia, que me llevó al Hospital San Agustín de Linares”, subraya.
El pronóstico no era el mejor, con un edema en un pulmón, heridas de gravedad en el brazo izquierdo y sin movilidad en el hombro de ese lado. “Cuando llegué al hospital querían amputar el brazo, pero consiguieron salvarlo”, prosigue.
Dos semanas después, ingresó en el Servicio de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba, donde permaneció otros 15 días. “Tuvieron que hacer un injerto de piel en el antebrazo izquierdo, que estaba gangrenado. Lo abrieron por completo para recuperarlo”, comenta.
Antes, Pablo ya era un entusiasta de la bicicleta. Obtuvo la licencia de ciclista y llegó a competir en varias pruebas, una de ellas en Murcia siendo juvenil con 16 años. “Me gustaba. Estaba deseando salir del instituto para hacer kilómetros. Tenía ilusión de probarme en carreras, aunque era consciente de que mi prioridad estaba en trabajar y ganar un sueldo. La bici me encantaba, pero algunas carreras ni las terminaba”, revela.
OTRA VEZ EN BICICLETA
Pablo tardó unos 10 meses en recuperar la movilidad en su brazo derecho, aunque en ese tiempo se afanó por adaptar su antigua bicicleta cambiando el freno. “Inicialmente, las secuelas fueron unas y ahora son otras. En ese momento, no trabajaba. Mi intención principal era recuperarme”, sostiene.
No obstante, seguía dando pedaladas por libre y cada vez hacía más kilómetros y dedicaba más horas sentado en el sillín. “Un amigo mío de Almería, que había estado en la ONCE y había competido, me comentó que me viera un médico valorador de la discapacidad y probé”, añade.
En 2003 participó en su primer campeonato de España de ciclismo paralímpico en Paterna (Valencia) y se topó con un nuevo universo para explorar. “Vi el nivel que había y que tenía opciones de competir con personas con discapacidad. Me hizo reinventarme y animarme”, apunta.
Cuatro años después disputó su primer Mundial de ciclismo en carretera, en Burdeos (Francia). Participó en la prueba en línea y ni por asomo pensaba ser un ‘pistard’ en el velódromo. “Me tocó trabajar de gregario para otros compañeros y por lo menos acabé la carrera. Empecé a cumplir mis sueños de competir con la selección española”, subraya.

DOBLE MEDALLISTA PARALÍMPICO
Paradojas de la vida, una lesión nerviosa que apareció años después del siniestro en Despeñaperros, que le afectaba al pedaleo, hizo que empezara a especializarse en las pruebas de pista en 2011 al ser pruebas de menor duración.
Después de mucho tesón y confianza en sí mismo, estrenó su carné paralímpico en los Juegos de Tokio 2020, celebrados un año después en la capital japonesa por la eclosión de la pandemia de covid-19. El ciclista almeriense mordió la medalla de bronce en la velocidad por equipos en el Velódromo de Izu junto a sus compañeros Ricardo Ten y Alfonso Cabello.
En París 2024, este tridente volvió al podio paralímpico y en la misma prueba, esta vez para recibir la medalla de plata en el Velódromo Saint-Quentin-en-Yvelines. “El deporte te enseña a ir poco a poco y paso a paso”, sentencia.
Veinticuatro años después del siniestro en Despeñaperros, Pablo admite que “el miedo siempre está ahí y ayuda a no cometer infracciones y a no correr” en las carreteras. “Tengo el carné de moto y esto me ayuda a mejorar el agarre. El accidente me ocurrió siendo muy joven, cuando quieres comerte el mundo. Gracias a lo que me ha pasado intento ser más moderado”, confiesa.

JUDITH RODRÍGUEZ, FAN DE ‘PETER PAN’
Judith Rodríguez tiene dos fechas de cumpleaños: el 11 de septiembre de 1995, cuando nació en Vigo (Pontevedra), y el 10 de junio de 2018, cuando un grave siniestro de tráfico en la AP-6 a la altura de Navas de San Antonio (Segovia) en su viaje de regreso a casa tras proclamarse subcampeona de España por equipos en esgrima.
Poco antes de ese segundo cumpleaños, Judith afrontó en Boadilla del Monte (Madrid) otro campeonato de España más y contribuyó a la medalla de plata por equipos -junto con sus compañeras del Club Esgrima Vigo ‘El Olivo’- y terminó quinta en florete, su arma favorita.
“Íbamos mi padre de conductor, yo de copiloto y una compañera del equipo, Xiana Pérez, detrás. Estaba dormida y a la media hora abrí los ojos. Estábamos dando vueltas de campana porque el coche se salió de la autopista. Tenía la pierna derecha destrozada y el brazo derecho también. No sabía si iba a sobrevivir”, relata Judith a Servimedia.
El vehículo volcó en la mediana de la carretera. Su padre solo sufrió magulladuras y Xiana se fracturó dos dedos de la mano derecha, pero Judith se llevó la peor parte. “Iba apoyada en la ventana y en una de las vueltas de campana no tengo claro si se me arrancó la pierna con el quitamiedos o al deslizarse el coche. Tuve quemaduras en el brazo derecho de arrastrarme por el asfalto. Estaba tumbada en el asfalto. Vi un charco de sangre muy grande y pensé: ‘Si me salvo, es imposible que pueda recuperar la pierna’”, manifiesta. La vida de Judith se fundió otra vez en negro, cuatro años después de perder a su madre por cáncer.

Antes, Judith y sus tres hermanos probaron varios deportes. Su padre había jugado al balonmano en División de Honor y su madre también quería inculcar a sus hijos la actividad física. “Practiqué ‘deportes de niñas’ que no me gustaban mucho, como patinaje y gimnasia rítmica. Me gustaba el fútbol e hice alguna prueba y también probé el hockey y la natación”, puntualiza.
“Cuando tenía ocho años, mi madre me dijo: ‘Vamos a probar en las escuelas municipales de Vigo los deportes que ofrece el ayuntamiento. ¿Quieres probar la esgrima? Es con espada, como en las películas’. Me gustaban las películas de piratas y ‘Peter Pan’. Y me enganchó desde el primer día”, asegura.
Entonces conoció a su maestro, Manuel Mariño, que la llevó a un campeonato de España en Alcobendas (Madrid). Tenía 10 años y fue la mejor tiradora de florete, cuando Judith solo quería “probar”.
UNA CARRERA IMPARABLE
Su progresión subió como la espuma. En 2012 debutó internacionalmente en una Copa del Mundo en Luxemburgo y en el Campeonato de Europa Junior en Jerusalén (Israel), antesala de otras citas con la selección española. Además, Judith se hizo profesora de esgrima en El Olivo y viajaba “muchísimo” por carretera. “Nunca pasó nada. Los últimos años conducía yo, que ya tenía el carné, y fui con mis alumnos a muchos campamentos”, aclara.
Pero el día del segundo cumpleaños todo cambió. “Estaba sangrando bastante y creía que iba a morir. Intenté salir del coche porque pensé: ‘Si tengo una mínima posibilidad de salir viva, tengo que hacerlo’. Pero no fui capaz. Vino un helicóptero a buscarme y estuve cinco días ingresada en el Hospital Clínico de Valladolid y luego un mes y medio en el Hospital Ribera Povisa de Vigo”, agrega.
Judith perdió su pierna en Valladolid y acudió a Vigo con su brazo derecho bastante lastimado. Casualmente, es el que utiliza para los asaltos de esgrima. “El brazo no me lo pudieron operar en Valladolid porque estaba infectado y tenía una fractura abierta bastante grande. Luego me hicieron un injerto de hueso y me lo fueron arreglando. Entonces pensaba: ‘¿La esgrima? Ni de broma, sin pierna. Pero gracias a la medicina me fui recuperando”, repara.
Judith tenía incesantes dolores en su brazo, que tampoco podía estirar. Se había roto el pulgar y la muñeca, y tenía un agujero en el hueso del codo, hasta el punto de que los médicos tuvieron que injertar hueso de la pierna izquierda en él. Necesitó rehabilitación diaria durante más de cuatro años. “Fue duro estar tantos días seguidos de rehabilitación solo para estirar el brazo. Y bastante doloroso, pero había un objetivo: volver a empuñar un arma en el futuro”, asevera.

“NO QUERÍA SABER NADA”
En el hospital de Vigo escuchó a lo lejos las palabras ‘esgrima en silla de ruedas’. “Pero no lo quería hacer. Estás acostumbrada a una vida y no quería saber nada. No solamente competía, es que tenía mi trabajo. Si te quitan eso, dónde está mi vida. No quería nada que no fuera igual que lo que tenía antes”, insiste Judith.
Pero un día, su maestro la animó a sentarse en una silla de ruedas, ponerse la careta y empuñar un arma con una pequeña clase. Quedaban pendientes algunas operaciones más en su brazo derecho. “Ahí comprobé cuánto lo echaba de menos. Luego vinieron el seleccionador nacional, Carlos Soler, y otro entrenador con sillas propias, y me gustó mucho”, reconoce.
Tras una decena de operaciones en el pulgar, la muñeca y el hombro derechos, Judith volvió a competir, esta vez sentada en una silla de ruedas. En 2021 ganó en florete y fue segunda en espada en el Campeonato de España celebrado en Valladolid, en plena pandemia de covid-19.
Al año siguiente participó en la Copa del Mundo de Sao Paulo (Brasil) y venció en espada. “Fui a probar y a que me clasificaran médicamente. Iba con la idea de que me iban a ganar todas, no tenía presión ni nervios”, mantiene.
En poco tiempo logró siete medallas internacionales: dos bronces en el Europeo de 2024, otro en el de 2022 y cuatro metales más en diferentes pruebas de la Copa del Mundo.
PRIMERA MEDALLA DESDE SIDNEY 2000
Tras ascender puestos en el ranking internacional, tuvo que gestionar la presión con un psicólogo deportivo. Y llegó el gran momento con los Juegos Paralímpicos de París 2024, con el majestuoso Grand Palais como escenario.
Tras un asalto que dominó de principio a fin, en el que Judith celebraba con rabia cada tocado cerrando su puño izquierdo y con gritos de júbilo, se colgó la medalla de bronce en florete tras imponerse a una rival que tenía en su palmarés 11 medallas paralímpicas, siete de ellas de oro. Y la española debutaba en unos Juegos.
Judith consiguió en París la primera medalla española de esgrima en silla de ruedas en unos Juegos Paralímpicos desde Sidney 2000. Antes solo hubo cinco metales nacionales en ese deporte, ninguno de ellos en florete. Además, España no contaba con representantes de esa disciplina en una cita paralímpica desde Londres 2012.

“Cuando tuve el accidente, los primeros meses no quería ir en el coche con mi padre. Me daba respeto y me traía recuerdos. Íbamos en un Seat y recuerdo que intenté comprarme un coche de esa marca y que estaba bien de precio, pero no quería. Una cosa sí se me ha quedado: si voy conduciendo o de copiloto en autopista, de vez en cuando me imagino un accidente”, destaca.
Judith reconoce que le encanta conducir. “Me gusta coger muchos coches. Tuve que volver a sacarme el carné para conducir con la pierna izquierda. Ahora tengo un coche automático. Todos estamos expuestos a cosas así y la vida son muchos caminos. Cuando tienes un accidente, lo primero es centrarte en lo que no puedes hacer y pensar en las cosas que sí puedes hacer. Perdí muchísimas horas pensando en lo que ya no puedo hacer y, de repente, hice recuento de que hay muchas más cosas que puedo hacer que las que no”, explica.
(SERVIMEDIA)
01 Mar 2025
MGR/mjg