Según Fernández, todos estos personajes han sabido sobrevivir a la caída y llegada de las distintas sociedades, modificando su apariencia o su medio de transmisión mientras su esquema originario y su viaje permanecían inalterables.

La investigación sostiene que el concepto de héroe en la literatura tiene vigencia y una importante relevancia en la actualidad, pese a sus miles de años de antigüedad. Según sus conclusiones, ello se debe a que esta figura satisface una necesidad antropológica de todas las sociedades, que la adaptan a su contexto cultural.

De esta forma, el personaje heroico ha sufrido una evolución a través de la épica y la narrativa romántica para transformarse, gracias al progreso tecnológico y a la creación de nuevas artes (como el cine o el cómic), en el superhéroe tal y como se conoce en la actualidad.

El trabajo indica que los héroes de la Edad Antigua, con ayuda de los vistosos colores del 'pop art', han resurgido en forma de nuevos semidioses erigidos como representantes del orden y la justicia; mientras que los personajes heroicos de la novela romántica han derivado en justicieros enmascarados que, al abrigo de las sombras, imparten justicia y venganza a partes iguales.

El trabajo defiende así no sólo la trascendencia y universalidad del héroe literario a lo largo de la historia (desde la redacción del Poema de Gilgamesh), sino también su adaptabilidad a las diversas comunidades y culturas, además de la necesidad patente de héroes que tienen los seres humanos.