Madrid. Un arbusto invasor amenaza la diversidad de la Cuenca Alta del Manzanares

MADRID
SERVIMEDIA

El aumento de temperaturas y precipitaciones beneficia al arbusto ‘Spartium junceum’, un arbusto invasor que se plantó hace casi 40 años en los arcenes de la autopista que rodea al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares y que perjudica a un arbusto autóctono del parque, según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Antes de que la Cuenca Alta del Manzanares fuera declarada parque regional, se plantaron alrededor de 10.000 ejemplares del arbusto ‘Spartium junceum’ en los arcenes de la autopista A6 (Madrid-A Coruña), que rodea el extremo suroccidental del parque, y también se utilizó esta planta para repoblar una finca colindante, de la que se había obtenido tierra para construir una vía de servicio.

Casi cuatro décadas después, su crecimiento preocupa a los científicos, al tratarse de una especie invasora que amenaza a la vegetación autóctona en otras zonas de la Península Ibérica.

“Es una amenaza, sobre todo si cambian las características del clima, como por ejemplo que aumente la temperatura en invierno”, explica Rosario G. Gavilán, investigadora del Departamento de Biología Vegetal II de la UCM y autora principal del estudio, publicado en la revista ‘Journal of Plant Ecology’.

Gavilán indica que “este último invierno, tan benigno, favorece claramente al arbusto”, al igual que un aumento de la precipitación, como ha ocurrido esta primavera, lo que conlleva que se disperse, al nacer frutos más vigorosos y con más semillas.

Para averiguar cómo afecta la presencia del arbusto a la vegetación autóctona, los científicos de la UCM han medido diferentes parámetros de una muestra de ‘Spartium junceum’ y de una planta nativa (‘Cistus ladanifer’), ambas ubicadas en la zona suroccidental del parque.

La principal diferencia entre ambas fueron los suelos, que se modificaron en función de cada arbusto. Así, el sustrato de la planta invasora registró mayor cantidad de nitrógeno, lo que indica que el arbusto es capaz de fijar nitrógeno atmosférico, a diferencia de la planta nativa.

“Esto es muy típico de leguminosas y se ha estudiado, por ejemplo, en la retama, que fija el nitrógeno atmosférico porque hay unas bacterias en sus raíces que se encargan de hacerlo, mejorando los suelos”, afirma Gavilán.

Además, el suelo del arbusto también registraba valores más altos de fósforo, magnesio y calcio, en comparación con los de ‘Cistus’, a lo que se suma una mayor disponibilidad de agua. “El suelo está claramente a su favor”, resume Gavilán.

NO ERRADICAR LA ESPECIE

Los autores detectaron que, en las orientaciones que miran hacia el norte y el este, es decir, las zonas mejor conservadas del parque, los arbustos son más vigorosos y se encuentran en mejores condiciones que los de las orientaciones oeste y sur. “Si mejoran las características medioambientales, parece claro que desde esas orientaciones se podrían producir los mayores daños de esta especie”, indica la bióloga.

En cuanto a las semillas, los científicos advierten de que, aunque de momento se encuentran controladas en el banco de semillas (ubicado en el suelo, bajo la planta), si las temperaturas y precipitaciones aumentan, empezarán a germinar, incrementándose así la población.

De momento, la solución no pasa por erradicar la especie, según los autores, pero sí por mantenerla bajo control y dejar de plantar nuevos ejemplares. “En Estados Unidos está prohibida venderla como planta de jardín y en algunos condados existen planes de erradicación”, indica la experta.

En España, el arbusto invasor representa un problema en algunas zonas costeras, donde compite y desplaza a la vegetación nativa. “En el centro de la península todavía está climáticamente limitada pero, dado lo extensivo de las plantaciones, se puede convertir en un gran problema”, comenta Gavilán.

Si la situación empeorara y se tuvieran que erradicar todas las plantas, aun así su rastro repercutiría de forma negativa en la vegetación nativa. El hecho de que los suelos mejoren por el paso de la invasora supone un problema grave para la conservación de la flora endémica, al no estar adaptada a ese sustrato. “Si ahora arrancaran las plantas de ‘S. junceum’ de la zona estudiada, se necesitarían décadas para que llegara a restituirse el equilibro natural”, concluye Gavilán.

(SERVIMEDIA)
17 Jun 2016
MGR/caa