Uno de cada cinco españoles tiene dislexia

MADRID
SERVIMEDIA

María Sanz Pastor es la presidenta de la Asociación Madrid con la Dislexia, porque nadie mejor que ella para conocer y defender los derechos de las personas que viven con este problema, ya que tiene seis hijos disléxicos.

Son parte de ese 20% de la población que los expertos estiman que viven con dislexia, que es una dificultad específica en el aprendizaje, pero no una enfermedad ni una malformación, explica a Servimedia Sanz Pastor, que estos días ha participado en las Jornadas de la Dislexia, celebradas en la capital de España y organizadas por la Asociación Española de Dislexia y Familia (Disfam).

Y es que, como Sanz Pastor reconoce, no es fácil decir qué es la dislexia, que, por otra parte, no conoce ni la escuela ni la sociedad en general. A sus hijos les explica que tienen un programa en su ordenador, que es su cabeza, distinto al del resto, "pero no por ello peor, solo distinto". "Es como Windows o Apple, los dos son buenísimos y funcionan igual, pero son distintos", ejemplariza.

Es más, asegura esta experta, "muchos disléxicos son de altas capacidades con una inteligencia muy superior a la de sus compañeros en el aula, aunque desgraciadamente sus resultados académicos no lo demuestren"

Y es que, afirma esta madre de seis pequeños con dislexia, los daños colaterales que tiene un disléxico por ser distinto al resto son "brutales". "Nos encontramos con una etiqueta constante de vago, perezoso, tonto, incapaz, inmaduro, no se esfuerza y un larguísimo etcétera que conlleva unos problemas emocionales, de autoestima y de tristeza enormes".

Pero si difícil lo tienen los chavales, no es menos complicada la tarea para sus padres, que ven cómo "no han aprendido nada en el colegio" y en casa les tienen que volver a explicar todo, que les evalúan sin tener en cuenta sus dificultades ni su esfuerzo, que tienen que ir a terapia durante muchos años y que después de hacer "ese enorme esfuerzo", llega el examen y lo suspenden, porque no está adaptado a su forma de comprender las cosas.

"Los niños disléxicos saben que lo saben, sienten que son iguales que sus compañeros, pero se frustran diariamente al no poder reflejar al mundo que saben y que son igual de capaces que el resto", dice esta madre.

"Cuando un niño suspende, fracasa una y otra vez, de manera sistemática, su código interno va a ser constantemente un yo no puedo, un yo no valgo. Un año tras otro se convierte en un drama para el que no todo el mundo es capaz de encontrar la salida", añade.

Y es que, a juicio de Sanz Pastor, la escuela no está preparada para educar a un alumno con dislexia, pese a que no precisa para ello de grandes recursos económicos.

Tampoco lo están, a su parecer, los ciudadanos en general, que cuando se les pregunta por la dislexia no suelen ir más allá de decir que es un problema que consiste en "confundir algunas letras".

Por este motivo, son necesarias campañas de concienciación y un desarrollo normativo que legisle y ampare al colectivo, que vive en "un limbo jurídico".

MARCO LEGISLATIVO

Lo primero es conseguir un marco normativo "que nos ampare y donde estemos reconocidos", sostiene la presidenta de Madrid con la Dislexia, que aboga también por que ese marco se traslade de forma automática al nivel autonómico.

Porque, recuerda, se estima que un 20% de la población tiene dislexia, aunque buena parte de ella lo desconozca, como le ocurrió a su marido, que fue uno de los tantos adultos que supo que era disléxico cuando le dieron el diagnóstico de sus hijos.

Sí, dice María Sanz Pastor, la dislexia se hereda a veces, aunque se desconoce el componente genético que interviene en el proceso, desconocido, repite, y complicado de afrontar.

(SERVIMEDIA)
01 Dic 2013
IGA/gja