Los datos de la oficina estadística europea, recogidos por Servimedia, indican que la UE tuvo una media de 12,6 microgramos por metro cúbico de PM2.5 zonas urbanas en 2019.

España se sitúa en el decimotercer puesto de una clasificación encabezada por Estonia (4,8), por delante de Finlandia (5,1), Suecia (5,8), Irlanda (8,8) y Portugal (9,1). En cambio, las mayores concentraciones anuales de PM2.5 en áreas urbanas corresponden a Bulgaria (19,6), Polonia (19,3), Rumanía (16,4) y Croacia (16,0).

Las partículas finas suspendidas en el aire son elementos contaminantes que reducen la esperanza de vida de las personas y la percepción de bienestar, mientras que también pueden provocar o agravar muchas enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas y agudas.

Las que tienen un diámetro inferior a 10 microgramos por metro cúbico (PM10) pueden ser transportadas profundamente a los pulmones, donde pueden causar inflamación y exacerbar la condición de las personas que sufren de enfermedades cardíacas y pulmonares. Las más pequeñas (PM2.5) pueden afectar más gravemente a la salud, ya que pueden ser arrastradas más hacia los pulmones.

Si bien este tipo de contaminación atmosférica ha estado durante varios años por debajo del límite legal establecido a partir de 2015 (media anual de 25 microgramos por metro cúbico), siguen existiendo importantes focos de contaminación atmosférica.

Además, a pesar de la disminución gradual en los últimos años, los niveles de contaminación atmosférica en 2019 siguieron estando por encima del nivel recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), esto es, una media anual de 10 microgramos por metro cúbico.