Su defensa se negará a que sea entregado a las autoridades rusas esgrimiendo el peligro que podría correr su vida si regresa. Su caso es prácticamente calcado al del también opositor Alexei Navalny que fue intoxicado con una sustancia tóxica (Novichok) colocada en su ropa y encarcelado en Rusia acusado del mismo delito que se atribuye a Tarasov.

El delito del que le acusan las autoridades rusas está tipificado en el Código Criminal de ese país en el artículo 159.4 como estafa agravada. Roman Nesterov, el encargado de investigar casos especiales de la administración rusa, ha solicitado su detención y entrega.

Previamente, Gran Bretaña e Italia han denegado la extradición del empresario ruso por entender que su seguridad no está garantizada y que las acusaciones en su contra no están suficientemente fundamentadas.

Tarasov trabajaba bajo las órdenes del dueño del hoding Crazy Dragon Internacional con sede en Hong Kong y muchas propiedades en Moscú, Konstantin Vankov. Sus negocios no son precisamente diáfanos en su estructura y se pierden en una maraña de empresas ‘off shore' con la que trata de evitar los ataques del Estado dirigido por Vladimir Putin, al que es opositor, y eludir a las mafias rusas, que acaban haciéndose con el accionariado de las empresas.

A partir de ese momento, los ataques se recrudecieron. Tarasov se salvó de milagro de un atentado que acabó con la vida de un empresario afín a Vankov a tiros. Ante la situación, cada vez más difícil, Tarasov decidió huir de Rusia oculto en el maletero de un coche. Le robaron documentos y volvieron a intentar matarlo a tiros en plena calle. Volvió a tener suerte y se salvó.

Con su familia amenazada, Tarasov vive oculto en Barcelona desde hace cuatro años. Su abogado denunciará el riesgo de que no sea sometido a un juicio justo en Rusia. Detrás de esta persecución está la voluntad de arruinar a todos los empresarios que financian a la oposición.