Entre ellos, se encuentra Rimas, un niño de cuatro años muerto cuando iba a la escuela. También han sido asesinados dos trabajadores humanitarios, aliados de Unicef, que fallecieron mientras se trasladaban a uno de los espacios donde los niños pueden jugar y descansar.

Hasta marzo de este año, el noroeste de Siria era uno de los lugares más peligrosos del mundo para los niños. De enero a marzo, 273 menores fueron asesinados y 236 resultaron heridos por la violencia.

Según Unicef, es la cifra más alta de víctimas infantiles en un sólo trimestre desde que comenzó la guerra. El noroeste de Siria alberga al menos a 1,2 millones de niños que necesitan ayuda, muchos de los cuales se han visto obligados a desplazarse varias veces por la guerra en otras partes de su país.

La primavera pasada, Unicef acogió con satisfacción la tregua anunciada en el noroeste tras el llamamiento del Secretario General de las Naciones Unidas a un alto el fuego global.

"No podemos volver al ciclo de violencia que Siria ya ha vivido. Una vuelta a la violencia solo generará más violencia", indicó Chaiban. Por eso, instó a las partes en el conflicto de Siria y a quienes tienen influencia sobre ellas a respetar el alto el fuego y abstenerse de recurrir nuevamente a la violencia.

"Esta guerra, una de las más horribles de la historia reciente, dura casi 10 años de inmenso sufrimiento para los civiles, entre ellos millones de niños", apuntó. En su opinión, "no existe una solución militar para esta guerra. La forma de terminarla es a través de canales diplomáticos y políticos”.