Así consta en la edición del Observatorio de Emancipación correspondiente al primer semestre de 2022 elaborado por el CJE, cuyos resultados se presentaron este jueves en un acto que contó con la participación de su presidenta Andrea González Henry; de su vicepresidente y responsable de socioeconomía y comunicación, Juan Antonio Báez; y del autor del trabajo, Joffre López.

El Observatorio atestigua que la tasa de emancipación de la juventud española se situó en los primeros seis meses del año en el 15,90%, un 0,3% más que en el último semestre de 2021. A pesar de ello, esta cifra se encuentra lejos de la media de la UE, del 32,10%, el doble que en el caso de España.

La diferencia entre los jóvenes europeos y sus pares españoles a la hora de independizarse se observa en todos los rangos de edad, lo que evidencia que para los jóvenes de España sea “prácticamente una quimera” abandonar el domicilio de sus padres.

El informe expone que el precio del alquiler se encareció un 4,16% en el último semestre hasta representar para una persona joven en solitario el 85,10% de su salario neto. Como consecuencia de ello, uno de cada tres jóvenes recurre a alquilar una vivienda compartida.

En la misma línea, un joven con empleo paga de media por una habitación el 26,8% de su salario neto, rozando el límite aconsejado por el Banco de España (30%) y dificultando mucho la capacidad de ahorro de los jóvenes.

A su vez, el incremento del precio medio de compra de la vivienda supuso un 5,5% en el último año, la subida más alta desde el momento más álgido del ‘boom’ inmobiliario de 2007, elevando su precio medio a los 174.000 euros.

El trabajo también ilustra que “el precario empleo” de los jóvenes se evidencia en que su salario medio se encuentra en 12.640 euros, 190 menos que en diciembre de 2021.

Teniendo en cuenta sus salarios y el precio medio de la vivienda de compraventa en España, una persona joven tendría que destinar al pago de la entrada de su vivienda 3,9 veces su salario neto anual, “una cifra imposible de ahorrar para una persona emancipada”.

Del mismo modo, la tasa de desempleo juvenil no se encuentra todavía por debajo de los niveles anteriores a la crisis de 2008; mientras que, a pesar de que la temporalidad “se ha reducido drásticamente gracias a la nueva reforma laboral”, un 48,10% de los jóvenes con un empleo a tiempo parcial reconoce ejercerlo “de forma involuntaria por no haber encontrado un empleo a jornada completa”.

Por su parte, el Observatorio destaca que el incremento de la inflación ha provocado una pérdida del poder adquisitivo del 3,86% en los últimos doce meses. Si el rango de comparación se amplía hasta los momentos anteriores a la crisis de 2008, la pérdida se eleva hasta el 22,65%, a pesar de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) del 35% habida en el último lustro.

Por último, el trabajo alerta de que uno de cada tres jóvenes se encontraba en situación de riesgo de pobreza o exclusión social y casi uno de cada cuatro con trabajo estaba en situación de riesgo de pobreza o exclusión social en 2021, lo que mantiene a la juventud como el segundo colectivo de edad con mayor riesgo de pobreza tras la infancia.

A juicio de Andrea González Henry, “la situación de la juventud es especialmente grave, pues no consigue empleos de calidad con salarios dignos y, a la vez, se queda fuera de importantísimas prestaciones sociales que paliarían su situación, como es el Ingreso Mínimo Vital, que es especialmente duro con la juventud, pues exige requisitos mayores que al resto de la población a pesar de su peor situación económica”.