El crimen se produjo el 4 de septiembre de 1996, cuando Peter Oyntzen dijo a sus dos hijos, con los que convivía en los Apartamentos Sa Coma de San Lorenzo (Mallorca) que irían a ver unos pájaros exóticos, pero que antes debían tomar unas vitaminas para prevenir las picaduras de mosquitos. Sin embargo, lo que lessuministró fueron varios comprimidos de un fármaco de acción hipnótica, lo cual sumió a los críos en un profundo sueño.

Acto seguido, les colocó un cáteter a través del cual les inyectó una ampoya de um medicamento, que, al mezclarse con el que les había suministrado anteriormente, les provocó un edema agudo de pulmón, acabando así con la vida de ambos menores.

Este caso tuvo mucha repercusión en su día, dado que el parricida, radiólogo de profesión y con conocimientos de anestesiología, dejó una cartas en el apartamento donde fueron encontrados los cuerpos sin vida de ambos menores, en las que, además de justificar su acción, expresaba su intención de suicidarse por haber perdido la custodia de los niños en favor de su ex esposa, de la que se había separado recientemente.

El médico, que había dejado a sus hijos tumbados en la cama con una flor entre las manos, fue detenido tres días después del crimen, cuando la policía local, que había montado un dispositivo de busca y captura contra él, lelocalizó y le pidió que se identificase, momento en el que se entregó y se confesó autor del asesinato.

El Supremo señala que, según el informe médico forense, el condenado no padecía ninguna enfermedad mental alguna, por lo que su capcidad de obrar y comprender no estaban alteradas. Es decir, era consciente de lo que hacía cuando acabó con la vida de sus dos hijos. Además, considera que se practicaron todas las pruebas necesarias y que tuvo un juicio justo, con todas las garantías.

Así, el Supreo confirma la pena dictada en su día por el Tribunal Superior de Justicia de Baleares, que le condenó a 34 años de prisión y a indemnizar a su ex mujer con 25 millones de pesetas, en concepto de daños morales.