EL SUPREMO CONDENA A 20 AÑOS DE CARCEL A UNA AUXILIAR DE CLINICA QUE ORGANIZO UNA SECTA DESTRUCTIVA Y MATO A UNA DE SUS INTEGRANTES
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El Tribunal Suremo ha condenado a 20 años y seis meses de cárcel a Ana Camacho Carrasco, una auxiliar de clínica aficionada a los temas esotéricos, por causar la muerte de otra mujer, Maria Rosa Lima, que formaba parte de un grupo sectario de seis personas al que la primera tuvo sometido durante varios años por el terror, según una sentencia del Alto Tribunal a la que tuvo acceso Servimedia.
El fallo judicial condena a Ana Camacho Carrasco por homicidio, falsedad, detención ilegal y sendos delitos de lesiones y conra la salud pública, y sentencia también a 7 años y seis meses de cárcel por parricidio al marido de la fallecida, José Manuel Sánchez Palancar. Además, ambos deberán pagar conjuntamente siete millones de pesetas a los padres de la fallecida.
La sentencia relata los hechos, ocurridos en la segunda mitad de los años ochenta, y explica que Ana Camacho actuaba como líder de un pequeño grupo de convivencia del que formaban parte varias personas que se conocieron en un curso sobre control mental que impart en varias ciudades españoles una organización con sede en Estados Unidos, denominada Silva Mind Control.
Ana Camacho se convirtió en la "guía" del grupo, a cuyos integrantes obligó a cumplir todos sus caprichos "so pretexto de comunicaciones esotéricas con seres espirituales y extraterrestres", para lo cual se valió de la predisposición de los demás a esas creencias y de que los problemas pesonales y emocionales les llevó a "depositar en ella una confianza ciega, aceptando sus decisiones cuando, segú ella, los hermanos-guía hablan a través de suya bajo el nombre de 'Gran Aguila', primero, y de 'Santiago' y de 'Juan' después".
La líder controlaba los sueldos y recursos económicos del grupo, que incluían el alquiler de sendos pisos en Sevilla y Madrid, y dominó igualmente sus mentes infundiéndoles la creencia de que el apartamiento de la comunidad les llevaría "de forma inevitable e inexorable a su propia condenación eterna".
"Junto a la sugestión que les invade y domina", señala el fallo, "seunen los castigos físicos, consistentes en golpes con mano, fusta y muleta, heridas con instrumentos cortantes e inciso-punzantes y quemaduras con cigarrillos, inferidos todos por Ana si se ve desobedecida en alguna forma".
A ello se unían "las prohibiciones a los miembros de comer, entrar o salir del piso, hacerlo a hora exactas y pretedeterminadas, la de comunicación o no con determinados miembros y, sobre todo, la obligación de escribir cartas a modo de diarios, expresivas de sus vivencias en cada omento, y que debían serle entregadas a Ana en sobres cerrados a ella dirigidos con la anotación 'Gran Aguila".
"CAPIASPIRINA BENDECIDA"
Un instrumento adicional de control utilizado por la ahora condenada era la administración a los integrantes del grupo de lo que ella llamaba "cafiaspirina bendecida", compuesta por el producto conocido por cafiaspirina y por Centramina, una sustancia psicotrópica, que impartía a modo de "comunión" dos o tres veces al día.
El grupo se trasladó a Mazagón (Huelv) en 1986, donde prosiguieron los malos tratos de Ana Camacho especialmente dirigidos a Maria Rosa Lima, que acabó por sufrir deformación de los pabellones auriculares por los tirones que recibía de Ana y alopecia parcial por los tirones de cabello.
En 1988, Maria Rosa intentó huir del piso en el que vivía el grupo, para lo cual llamó a un familiar, que alarmado se puso en contacto con el marido de ella, que seguía residiendo en Madrid, quien aseguró que su mujer se encontraba bien y lo único que le ourría es que tenía depresiones con las que hacía la vida imposible a sus compañeras.
Tras este episodio, Ana convence a Maria Rosa para que se quede, con la promesa de que no iba a haber más castigos, pero en vez de eso, coloca un candado en la casa para evitar que vuelva a huir y la ata con vendas y cadenas a la cama.
A partir de eso momento se redoblaron las palizas, hasta el punto de que llegó a estar en tal mal estado que yacía postrada en su habitación "haciéndose encima sus necesidades".
Finalmente, Maria Rosa murió y fue trasladada a un hospital de Sevilla, con la colaboración de su marido, y con una falsa historia que había ideado Ana, según la cual la primera se había causado autolesiones.
Tras la muerte de Rosa, los castigos de la líder del grupo se trasladaron a otros tres miembros de la comunidad, uno de ellos un hombre al que obligaba a tragarse el pelo que le arrancaba, así como los cigarillos, ya que le tenía prohibido fumar, "llegando hasta el extremo -relata el fallo- de acerle sangrar profusamente por el pene tras apretárselo con unos alicates y debiendo el mismo auto-curarse por estarle prohibido acudir a un médico". A otra de las mujeres la obligó a ingerir "incluso los orines de los perros que había en la casa".
La historia concluyó cuando una de las integrantes del grupo, tras recibir dos palizas brutales, huyó a Sevilla y se refugió en casa de unos amigos, para denunciar posteriormente el caso ante la Policía Municipal, "por cuya denuncia, unida a las actuacione policiales antecedentes, derivadas de la hospitalización de Rosa, se llegó a la detención de los integrantes del grupo", según señala la sentencia.
(SERVIMEDIA)
19 Mar 1995
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