Estos datos son extraídos del estudio ‘Representación social del cannabis 2022. Evolución desde la mirada diferencial de la población joven’, presentado este miércoles y elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad Juventud con el apoyo de la Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.

Los jóvenes aseguran conocer bien los riesgos derivados del consumo, pero los asumen por las motivaciones que llevan a hacerlo, por sus usos o por los beneficios que perciben. Así, el consumo experimental está más vinculado a la diversión (40%), al grupo (25%) a la curiosidad (25,7%) y a la moda (15%); mientras que el habitual se relaciona con la relajación (38,6%), la evasión (33,5%) y el placer (19,1%).

Este proceso de normalización provoca que “cada vez sean más quienes consideran conveniente o necesario” afrontar un proceso de regulación del uso terapéutico (55,9%) o incluso lúdico (34,6%), aunque opinan que suavizar las normas de control se traduciría en un aumento del consumo y de los problemas, tanto para los consumidores como a nivel social.

Asimismo, los encuestados señalan como “muy probable” que el consumo conlleve problemas legales (65,3%), relacionales (60,4%), en el trabajo o estudios (57,6%), en el desarrollo de enfermedades mentales (54,1%) o en los trastornos de salud mental (53%).

Por otro lado, más de la mitad del colectivo (55,8%) cree que el riesgo general de consumir cannabis es “bastante alto o muy alto”, frente a aproximadamente un 32% que lo considera “medio”, y un 12%, “bajo o muy bajo”.

Además, respecto a la dificultad de prevenir el consumo en menores, el estudio señala que si la sustancia se legalizara, un 36% considera que sería más difícil llevarla a cabo, frente a un 30% que cree que sería más fácil y un 27% que cree que sería igual.