Dragó añadió que "si seguimos adorando el becerro de oro, consumiendo y considerando el planeta como un queso de "gruyère", que hay que devorar como ratones para comprar estúpidos objetos de consumo, al mundo le queda cuerda para 10 o 20 años".

Esta situación impulsa, según el novelista, a la religiosidad y la espiritualidad, porque la gente se está dando cuenta que el dinero no da la felicidad sino problemas continuos. Por esta razón, dijo Dragó, es este un lento y gradual retornoal integrismo de las sociedades teocráticas, ya que en el seno de ellas el hombre no es infeliz ni está deprimido.

Asimismo, indicó que "es increible cómo en una presunta democracia se ha perdido completamente el cordón umbilical entre los políticos y el pueblo, ya que viven en torres de marfil, salen en cochazos con escoltas y no leen la prensa".

Agregó que el laberinto de nuestra sociedad se encuentra entre "el mundo del ser y del tener", y el lema que impera es "tanto tienes tanto vales", del ue según el novelista, es consciente la sociedad en general.

Por ello dijo, que "dentro de 2 años no quedará en la escena política europea ninguno de los nombres que en estos momentos la acapara, ya que serán arrastrados por el fracaso evidente del proyecto que se llama CE, que nos va a conducir a corto plazo a la pobreza, a medio plazo a guerras civiles en toda Europa y a largo plazo a la última guerra mundial".

El escritor, que considera la cultura occidental "una cultura de muerte", dijo que "o sabemos comer, ni cagar, ni follar".

Por último, el premiado novelista indicó que concibe su vida y su obra como un trenzado y que "La prueba del laberinto" no es una biografía de Jesús, sino las peripecias de un personaje llamado Dionisio, tras las huellas de Jesús de Galilea.

Dragó no quiso comentar el nuevo catecismo porque no lo ha leido, tan sólo dijo que "si leer el horóscopo es pecado, entonces los profetas eran sinvergüenzas".