El Ministerio del Interior informó de que los integrantes de este grupo delictivo son autores de 67 robos con fuerza, la mayoría cometidos en viviendas cuyos moradores se encontraban en el interior. Además, los detenidos se dedicaban a robar vehículos y falsificar documentos.

La red actuaba con una gran movilidad y realizaba sus actividades delictivas en varias provincias españolas, al tiempo que operaban encuadrados en distintas células compuestas por tres o seis individuos.

En concreto, cada "célula" de asaltantes contaba con especialistas en conducción evasiva, apertura de cerraduras y cajas fuertes, así como en la desactivación de alarmas. Asimismo, disponían demedios técnicos como comunicadores, inhibidores de alarma, visores nocturnos y otros instrumentos muy tecnificados.

PREPARACIÓN CONCIENZUDA

Según Interior, antes de cometer el hecho delictivo el grupo desarticulado estudiaba concienzudamente el objetivo, fuera éste una vivienda o un polígono industrial, para lo cual comprobaban la idoneidad de la situación, las vías de huida, las alarmas, los vigilantes de seguridad y otras circunstancias.

Una vez elegido el objetivo, los detenidos, que solían actuar de noche, enviaban un primer vehículo que avisaba de posibles peligros a los que iban a ejecutar materialmente el robo, quienes se aproximaban a cierta distancia en un segundo coche. Una vez en la vivienda o en la empresa, los dos vehículos permanecían en el exterior dando vueltas, a fin de detectar la presencia de la policía.

En caso de verse acorralados o que alguien les hiciera frente, los asaltantes se mostraban extremadamente peligrosos, por lo que podían llegar a agredir o embestir con sus vehículos a cualquier persona que les intentase dar el alto.

DESARROLLO DE LA OPERACIÓN

Las investigaciones que han dado lugar a estas 18 detenciones se iniciaron al detectarse un incremento notable de robos en viviendas y chalets llevados a cabo por ciudadanos albano-kosovares, con unas pautas de actuación idénticas en su comisión y en la actuación de sus miembros.

Los autores de estos hechos estaban encuadrados en una organización, perfectamente estructurada en células, formadas por cuatro o seis individuos, que contaban con una infraestructura importante, tanto de alojamientos como de vehículos, dedicando individuos expresamente a estas tareas, y operando con documentaciones falsas.

Estos delincuentes se movían de unos lugares a otros con una gran facilidad, cambiando de domicilio cada cierto tiempo. El cabecilla de la red era Gabriel W., quien supervisaba directamente las distintas células pasando temporadas en cada una de ellas.

La gran movilidad de estos individuos, así como las extremadas medidas de seguridad que adoptaban, ha motivado la intervención de diversas plantillas policiales, que han tenido que realizar un minucioso trabajo de investigación encaminado a la determinación de los miembros de cada célula, la relación existente entre los distintos subgrupos, viviendas y vehículos con los que cuentan.

Las operaciones han sido dirigidas y coordinadas por la Comisaría General de Policía Judicial, elaborando un amplio dispositivo policial a nivel nacional, tendente a la localización y detención de las diferentes células que componían este entramado delincuencial.