El retraso se produjo porque los empleados de un almacén que encontraron el cadáver denunciaron el hecho a la guardia civil, que a su vez avisó al jue de Jérez de los Caballeros, pero éste no se encontraba localizable.

Cuando la familia pidió a un médico que certificara la muerte de Manuel Rodríguez, que quedó tendido sobre la alambrada, enganchado por la nariz y la barbilla y rodeado de cerdos, el facultativo dijo que no firmaría documento alguno hasta que acudiera el juez.

Los problemas no acabaron ahí. Al día siguiente, fue necesario retrasar la hora del entierro porque el juez tampoco estaba disponible. Después de que al cadáver se le pracicara la autopsia, hubo que esperar a que el forense, que se desplazó desde Jérez de los Caballeros, lograra ponerse en contacto con el juez de instrucción, quien al cabo de un tiempo llamó al juez de paz del pueblo autorizar el sepelio.