La escasez de alimento, la caza para el comercio de sus pieles y la destrucción de gran parte de su hábitat natural, que les obliga a establecerse en núcleos aislados entre sí, además de otros factores, como los atropellos, son las principales causas del riesgo de extinción que corre el lince.

El lince, que habita zonas cubiertas de matorral mediterráneo, bosques de ncinas, quejigos y alcornoques, ocupa una superficie aproximada de 11.000 kilómetros cuadrados (un 2 por ciento del territorio nacional), repartidos entre Sierra Morena, Doñana, parte de los Montes de Toledo, la vertiente meridional del Sistema Central y algunos puntos de las Sierras Béticas.

Cada ejemplar necesita para sobrevivir unas 300 hectáreas, que recorre diariamente en busca de conejos, su fuente principal de alimento. Sin embargo, las enfermedades y escasez de pastos han acabado con tres cuaras partes de los conejos, lo que afecta a la población de lince.

Un grupo de expertos del extranjero, las comunidades autónomas, organizaciones ecologistas y otros sectores implicados en el problema se reunieron en febrero en unos talleres organizados por el Ministerio de Medio Ambiente en el Parque Nacional de Cabañeros para estudiar las posibles soluciones contra la extinción de esta especie, que tendría consecuencias como disparar las densidades de población de otros predadores, como el zorro.

Entre otras cosas, propusieron restringir la caza del conejo, la repoblación de éstos en las zonas habitadas por el lince, conectar los grupos de linces aislados o desarrollar un programa experimental de cría en cautividad.