LA IGLESIA ESPERO LA APROBACION DE LA CONSTITUCION ESAÑOLA PARA FIRMAR LOS ACUERDOS ESTADO-SANTA SEDE, SEGUN LANDELINO LAVILLA

MADRID
SERVIMEDIA

El ministro de Justicia en el primer Gobierno de la UCD (julio de 1976-agosto 1978), Landelino Lavilla, ha revelado que el Vaticano esperó a que fuera aprobada la Constitución española de 1978 para firmar un mes después los acuerdos con el Estado español.

"Pablo VI murió en agosto de 1978 y los acuerdos se firmaron en 1979, porque ya estaban muy acabados y era muy difícil dar marcha atrás", ha icho Lavilla.

El ex ministro participó ayer en unas jornadas sobre "Pablo VI y España", celebradas en la Conferencia Episcopal Española y organizadas por el "Istituto Paolo VI" de Brescia (Italia) y la Universidad Pontificia de Salamanca.

Testimonios de colaboradores de Pablo VI han narrado las tensas relaciones que mantuvo el pontífice y su nuncio en España, Dadaglio, con los últimos gobiernos de Franco, así como su discreto y firme apoyo al episcopado español para disociar a la Iglesia del Régien.

Pablo VI ha sido el Papa más influyente en la historia contemporánea de España, afirma el historiador Juan María Laboa. Su pontificado (1963-1978) coincide con el final del franquismo y, a su muerte, Tarancón y Dadaglio, se encargaron de preparar el marco por cual se rigen hoy las relaciones del Estado español con la Iglesia, es decir, los acuerdos con la Santa Sede.

Su nombramiento como Papa dicen que sentó a Franco como "un jarro de agua fría" y por ello tuvo que padecer incluso campañas dedescrédito orquestadas por los sectores más reaccionarios, y ser acusado de no amar a España y contribuir a su desintegración: "¿Qué van a decir de mí, que no amo a España?", recuerdan que se preguntaba con tristeza.

Respecto a cómo culminaron los acuerdos Santa Sede-Estado español, Landelino Lavilla reveló durante las jornadas que los citados acuerdos no se suscribieron "hasta que estuvo vigente la Constitución, tras acomodar algunas disposiciones al orden constitucional".

Fueron posibles porque tras un periodo de relaciones tensas y difíciles entre el Vaticano y los últimos gobiernos franquistas, que jugaron a integrar a miembros el Opus (López Rodó y López Bravo) para atraerse el apoyo de ciertos movimientos católicos, "el primer Gobierno de la monarquía logra una sintonía total con la Iglesia. Mientras en la fase inmediatamente anterior el clima era de que no había posibilidad, nosotros sí nos sentabamos a hablar", señaló Lavilla.

Los sectores del Opus, dijo el ex ministro, "tenían sus prpias posiciones, como las tienen y las han tenido, que no eran excesivamente concordantes con las que representabamos nosotros o los grupos a los que yo pertenecía. Teniamos otras visión de como había que hacer las cosas y como lo hicimos en definitiva".

CONCORDATO DE 1953

Fue la revisión del Concordato de 1953, que concedía a Franco el privilegio de vetar a los obispos españoles elegidos por Roma el punto álgido en torno al cual giraron las relaciones entre el Estado franquista y la Santa Sede esosúltimos diez años.

Al pedir Pablo VI a Franco que renunciase al privilegio de presentar obispos para que Roma los nombrara, el dictador propuso que tal solicitud debía ir acompañada de la firma de un nuevo Concordato.

Por la firma estaban López Rodó y el Gobierno, los sacerdotes y laicos más cercanos al Régimen, e incluso el cardenal Casaroli, secretario de Estado de Pablo VI. Pero no estaban de acuerdo los obispos, la Conferencia Episcopal, que, de acuerdo con el Papa, querían que "los obispos feran obispos, obispos en la mejor armonía con el poder civil, pero sin la sombra de politización", y cuyas tesis, capitaneadas por Tarancón, triunfaron finalmente con la firma de los acuerdos en 1979.

En este sentido, Lavilla relató que hubo conflictos entre Gobierno y sectores de la Iglesia pero "teniamos un apoyo mayoritario en la conferencia, aunque había un sector, el de los siete obispos, que adoptaban unas posiciones no excesivamente entusiastas respecto a lo que estabamos haciendo".

Las reaciones de la Iglesia y el Estado español entre 1968 y 1973 se sucedieron con una serie de conflictos que fueron en aumento, y en el que destacó la hábil diplomacia vaticana por conseguir un episcopado capaz de liderar la nueva etapa española, explicó el historiador Laboa.

En las citadas jornadas se ha puesto también de manifiesto que gran parte de esta labor la realizó en nuncio en España Dadaglio, sin que haya tenido el reconocimiento obligado.

Lavilla dijo que "creo que Dadaglio no fue justamete apreciado y tratado y desde que cesó en la nunciatura debió pasar momentos muy amargos. Es una personalidad que está esperando a que se le haga justicia", y que si ha sido así es "porque hubo importantes cambios en Roma a la muerte de Pablo VI".

(SERVIMEDIA)
21 Mayo 1994
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