Mientras declaraba ante el tribunal el primero de los tres acusados, las familias, que ocupaban la sala se revolvían en las sillas cuando escuchaban las explicaciones del general sobre el proceso que llevó a cabo para identificar los restos de los militares fallecidos.

"Cuánto costará esta mentira, cuánto le habrán pagado" se preguntaban reiteradamente varias familias mientras negaban con la cabeza y enseñaban documentos en los que, a su juicio, se demuestra "lo contrario" a lo que decía el general Navarro.

La desesperación contenida ante lo que ellos consideraban mentiras provocó incluso risas en la sala. Los familiares, más de una treintena de personas, se rieron de forma irónica cuando el general dijo que los empleados turcos no le dejaron tocar nada de los cadáveres españoles o cuando afirmó que los generales también se equivocan.

Debido al amplio conocimiento de las víctimas del caso, en cuanto el general Navarro manifestaba algo relativo a "mis militares", en referencia a los fallecidos, las familias se exasperaban y le instaban por lo bajo aunque a veces demasiado alto para el silencio de la sala, que no diga que son suyos después de todo lo ocurrido.

Al margen de estos comentarios, las familias se mantienen, en su mayoría, enteras ante este trance aunque cuando se dan nombres concretos, la familia afectada suele cerrar los ojos y suspirar.