Este organismo, que lleva dos años funcionando en nuestro país, habrá proporcionado a finales de año un total de 67 canes, mientras que el resto son animales importados del extranjero, principalmente de Estados Unidos.

Las principales inquietudes de la fundación son dos. En primer lugar, que los ciudadanos aún no saben que el perro y el invidente constituyen una "unidad funcional" que tienepor objeto dar al usuario del can una mayor autonomía personal.

Sin embargo, el perro, que facilita la circulación del ciego por la calle o en los transportes públicos, muchas veces es objeto de incomprensión por parte de muchas personas que no dejan entrar al animal en su tienda, bar o restaurante, por ejemplo.

Un perro-guía no es un animal de compañía, sino un trabajador que está cumpliendo su misión, explicó Teresa Alcalá, cuya actividad está regulada por un decreto de 1983. Pero el actual maro legislativo no defiende suficientemente los derechos de los usuarios de perros-guía, por lo que el patronato de la fundación está redactando una proposición de ley sobre la materia.

La segunda preocupación de la Fundación ONCE del Perro-Guía es la necesidad permanente de educadores, es decir, de familias que acojan durante 9 ó 10 meses a un cachorro y le enseñen a "esperar civilizadamente que le pongan su plato", a comer con horarios preestablecidos o a realizar sus necesidades fuera del hogar.

La fundación necesita anualmente un cupo de hogares que realicen esta función. En este momento está buscando 25 familias que puedan hacerse cargo de un cachorro desde el próximo mes de enero.

La familia sólo cobrará por los gastos del pequeño can, aunque disfrutará de un seguro que cubrirá los posibles destrozos que el animal pueda ocasionar en el mobiliario o las instalaciones de la vivienda.