"EL DIVORCIO NO ES PECADO", AFIRMA EL JESUITA PABLO RODRIGUEZ
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El jesuita Pablo Rodríguez ha denunciado "el desconocimiento y la ignorancia de la doctrina de la Iglesia" frente a los divorciados y sentencia que "el divorcio no es pecado".
Rodríguez hace estas afirmaciones en el artículo "¿El abrazo que no llega? Atención pastoral a católicos divorciados y vueltos a casar", publicado en la revista de Teología "Pastoral Sal Terrae", que editada la Compañía de Jesús,
El jesuita aclara que "los católicos divorciados gozan de una plena y absoluta unión con la Iglesia, no están excomulgados y pueden recibir la comunión eucarística. Es decir, en lenguaje claro y simple, el divorcio no es pecado".
También aclara que "la persona divorciada, por el mero hecho de serlo, no está en una situación irregular. Es más, los católicos divorciados y casados de nuevo sin obtener la nulidad de su primer matrimonio no están excomulgados".
A su juicio, la comunidad cristiana "no trata siempre a los divorciados cristianos y cristianas con la misericordia y cordialidad con que Jesús trató a la mujer adúltera, sino con poca consideración, falta de comprensión y, en ocasiones, exceso de dureza".
"Más que ayudar y facilitar a esos hombres y mujeres la salida de la encrucijada en que se encuentran, para poder caminar en dirección a la vida, los mencionados miembros de la comunidad cristiana pueden quizá contribuir a que quienes buscan caminos hacia adelante queden atrapados en un círculo cerrado", añade.
HOMOSEXUALIDAD
Por su parte, el jesuita y psicoterapeuta José Antonio García Monge aborda en la misma publicación la actitud eclesial ante la vivencia cristiana de la homosexualidad.
En el artículo "Comprender, ser comprendido y vivir cristianamente con identidad homosexual", García Monge afirma que "no se trata de hacer un sitio a los homosexuales en la Iglesia, sino de reconocer su lugar, su vocación cristiana, y de recuperar la mirada de Dios sobre ellos".
En su opinión, "esto conlleva una actitud de respeto, lucidez en el amor, flexibilidad en la caridad y disposición de apertura y acogida a todo el que de verdad busca".
En casos concretos, "la Iglesia deberá ofrecer las ayudas demandadas, en un proceso de inserción, reconocimiento y acompañamiento", sostiene el terapeuta jesuita, que prescinde en su argumentación de las recientes orientaciones pontificias sobre el acceso al sacerdocio ministerial de los homosexuales, probablemente porque en el momento de escribir el artículo todavía no se habían hecho públicas.
Fuera de este ámbito, "la actitud eclesial (con los homosexuales cristianos) debe armonizar el respeto a la conciencia con las exigencias de la justicia para con el bien común", indica García Monge, que en su colaboración facilita a las personas con tendencia homosexual y motivaciones cristianas el acceso a un amor oblativo y desinteresado.
(SERVIMEDIA)
16 Dic 2005
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