LA DIETA DE LOS PUEBLOS RURALES CONTIENE MAS CALORIAS Y MENOS PROTEINAS QUE LA DE LA CIUDAD
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Los nuevos hábitos alimentarios y los cambios que ha experimentado la sociedad española durante los últimos años ha puesto en entredicho la creencia popular de que "en el campo s come más y mejor".
En general, las poblaciones urbanas comen más carne de vacuno, pescados frescos, conservas de pescado, leche esterilizada, yogur y algunos derivados lácteos, vinos de calidad, espumosos, cerveza, zumos, hortalizas, frutas frescas y alimentos transformados o semipreparados, mientras que las rurales comen más carne fresca de cerdo, ovino y caprino, leche a granel, pan, azúcar, legrumbres y vinos de mesa sin denominación.
Según un estudio que publica la revista "Distribución y cosumo" en su último número, en la dieta media de las poblaciones rurales hay un predominio de alimentos poco transformados con gran aporte energético y calórico, en tanto que en las urbanas destacan productos más sofisticados, con mayor contenido de proteínas, especialmente de origen animal.
En los pueblos pequeños, la actividad agraria, que exigía un gran esfuerzo físico que justificaba una alimentacón rica en calorías, sigue marcando las pautas gastronómicas. Sin embargo, la mecanización y tecnificacón que han sufrido las labores agrarias ha reducido el esfuerzo físico, pero no ha variado la dieta.
Esa circunstancia está provocando algunos problemas de salud entre las poblaciones de estas áreas, con graves cuadros médicos de sobrealimentación, altos índices de colesterol y desarreglos nutricionales inhabituales hasta hace unos años en el mundo rural.
En los pueblos más pequeños el autoconsumo sigue marcando los hábitos gastronómicos. Ello explica que en las poblaciones rurales consuman casi 50 huevos al año por persona, frente a los 190 de las ciudades.
En el grupo de carnes, las áreas rurales de menos de 2.000 habitantes registran los mayores niveles de consumo, con 71,5 kilos por persona, cuando la media nacional es de 60,8. El cerdo, el cordero y el conejo predomina en el campo, mientras que el consumo de carne de pollo varía poco de unas zonas a otras.
También otro producto tradicionalmente habitual en la dieta española, como es el pan, ha ido perdiendo importancia en las grande ciudades. En las que tienen más de 500.000 habitantes, el consumo y el gasto por persona y año es de 42 kilos y 6.424 pesetas y en las que tienen menos de 2.000 habitantes es de 57 kilos y 10.119 pesetas, respectivamente.
MAS Y MEJOR LECHE EN LOS PUEBLOS
La leche, otro alimento básico, también cuenta con mayor aceptación en los pueblos, donde cada persona bebe una media de 118 litros al año, por los 97,2 litros que registran las grandes ciudades. En este caso la diferencia no sólo es cuantitativa, ino también cualitativa, ya que entre los primeros el consumo de leche fresca es de 61,6 litros y entre los segundos es de 1 litro.
Los hombres y las mujeres del campo también toman más azucar que los de la ciudad (9,2 kilos por 6,9) y aceite (22,2 litros y 18,7) que los de los grandes núcleos urbanos.
Sin embargo, en el caso del arroz, las pastas, las patatas, las hortalizas frescas, las frutas frescas, los frutos secos y las legumbres las cifras son similares.
Las diferencias no sólo son ntables en el capítulo de comidas, tambièn en el de bebidas los hábitos y costumbres varían sustancialmente en algunos casos.
Así, en las áreas rurales beben más vino (19,1 litros por persona y año) que en las ciudades (12,8 litros), mientras que en estas últimas toman más cerveza (10,2 litros, por los 12,8 de los pueblos pequeños).
Además, los que viven en las urbes consumen casi el doble de zumos de frutas y cerca del triple de agua mineral, producto en el que los habitantes del campo sólo gasta una media de 277 pesetas anuales por persona, frente a 688 pesetas en la ciudad.
No obstante, los municipios con poblaciones que oscilan entre los 2.000 y los 10.000 habitantes son las que mayor incremento han registrado en su gasto en alimentación, pasando de 99.163 pesetas por habitante y año en 1987 a 138.365 pesetas en 1991.
En el otro extremo están las poblaciones con más de 100.000 personas y menos de 500.000, ya que sólo aumentaron el gasto alimentario en un 11,5 por ciento durante el miso periodo de tiempo, hasta situarlo en 138.994 pesetas.
En los pueblos de hasta 2.000 habitantes el gasto era de 136.253 pesetas en 1991 y en los núcleos de más de 500.000 habitantes era de 158.763 pesetas.
(SERVIMEDIA)
13 Feb 1993
GJA