Unos treinta norteafricanos usaron desde el verano pasado hasta las navidades el inmueble, cuyas condiciones de seguridad eran mínimas debido a la fragilidad de sus cimientos, para pernoctar y guardar sus enseres.

La precaria estructura de la nave, de 2.433 metros cuadrados y 10 metros de altura, situada entre las calles Pedro Bosch y Ménez Alvaro, llevó al ayuntamiento a adoptar esta drástica decisión.

Aunque estaba previsto que la demolición del edificio se hiciese el mes pasado, la Delegación del Gobierno en Madrid retrasó la voladura controlada para garantizar el cumplimiento de todas las medidas de seguridad. En el solar, que ha quedado a disposición municipal, será construida una nueva estación de autobuses.

En la voladura fueron empleados 20 kilogramos de goma-2. Durante la demolición estuvieron presentes en el lugar bombeos, ambulancias y servicios de orden de las policías municipal y nacional y de la Guardia Civil, por si fuera precisa su intervención.

Especialistas en voladura de edificios colocaron 450 cartuchos de explosivo en la estructura de la nave, de forma que los escombros cayesen hacia dentro y no provocasen daños en las fábricas aledañas.

Algunas chabolas próximas y otra construcción de ladrillo fueron demolidas a principios de mes para dejar más espacio libre.