Estos encuentros, que no en todos los casos están teniendo un final feliz, fueron posibles después de que uno o varios desconocidos sustrajeran el pasado verano dos libros con los datos de quienes fueron recogidos por la institución entre los años 1941 y 1965. Al cabo del tiempo, los libros fueron devueltos al sacerdote encargado de su custodia.

Gran número de fotocopias de estos textos fueron remitidas por carta a los húerfanos, que desde entonces han buscado y, en algunos casos, encntrado a sus progenitoras. Con anterioridad, y pese a la insistencia de muchos húerfanos, sólo una parte de ellos pudo saber quiénes eran sus madres y los motivos por los que fueron abandonados a la custodia de la Diputación Foral tras la Guerra Civil.

La sustracción de los libros fue denunciada por el citado sacerdote tres meses después de que se produjera el hecho. Este hombre, ya jubilado, señaló a las dos personas de las que sospechaba como autoras del hurto.

Una de ellas, Esteban Gorría, ha eclarado hoy en un juzgado de instrucción, en el que negó tener relación alguna con las imputaciomes que se le hacen. En este sentido, indicó al juez que él conoce a su madre desde hace muchos años. A la salida de su declaración, Gorría indicó, no obstante, que "si se han robado los libros, están bien robados".

Por su parte, su abogado precisó que es muy posible que las diligencias por este hurto sean archivadas en los próximos días, ya que no existen pruebas contra sus clientes.

También criticó a "actitud hipócrita" de la Iglesia, que ahora que el tema se ha hecho público, "pretende aparentar buena voluntad" mediando entre los hijos y sus madres. Sin embargo, añadió que cuando en el pasado algunas de estas mujeres quisieron conocer a sus hijos se les llegó a decir que los niños habían muerto.