CONSTERNACION Y GRITOS CONTRA LAS AUTORIDADES EN EL FUNERAL POR LAS VICTIMAS DEL ATENTADO DE VIC

VIC (BARCELONA)
SERVIMEDIA

Miles de ciudadanos de la localidad barcelonesa de Vic, numerosas autoridades nacionales y fuerzas políticas catalanas despidieron esta trde los cadáveres de las nueve personas, entre ellas cuatro niñas, asesinadas ayer en la casa-cuartel del municipio por la explosión de un coche-bomba.

Al funeral, celebrado en la catedral, asistieron los ministros de Defensa, Interior y el de Cultura, Julián García Vargas, José Luis Corcuera y Jordi Solé Tura, respectivamente, junto al presidente de la Generalitat, Jordi Puyol, y el del Gobierno vasco, José Antonio Ardanza, que fueron recibidos con gritos de "fuera, fuera" por parte de numerosos grups de asistentes.

José Luis Corcuera fue abucheado por un grupo de guardias civiles y sus familiares, que solicitaron a gritos la implantación de la pena de muerte para los terroristas.

El obispo de Vic, que presidió el funeral, leyó un telegrama del papa Juan Pablo II que condenaba con "enérgica reprovación este execrable crimen".

El oficiante expresó su deseo de que "reflexionen las personas que de una manera u otra colaboren con los que son capaces de cometer estos actos incalificables. Tabién a ellos debería llegar el eco del no matarás", recalcó el clérigo.

ESCENAS DE DOLOR

Los nueve féretros -los cuatro de las niñas, de pequeño tamaño, y los cinco que correspondían a los adultos fallecidos en el atentado- estuvieron cubiertos por igual con la bandera española.

Todas las miradas, las de los guardias civiles, las de los ciudadanos que pasaban deprisa, las de las monjas, que trataban de consolar a los familiares más desolados, incidían, entre lágrimas, en los nueve ataúdes.

Los comentarios de indignación de la ciudadanía repetían esta tarde la circunstancia que hace más irreal e injustificable este nuevo crimen de la banda terrorista: quienes deslizaron el coche sin frenos y cargado de explosivos hacia el patio del cuartel de la Guardia Civil de Vic, pudieron ver con sus propios ojos al grupo de niños que jugaban en él a la pelota.

La atmósfera que habitualmente caracteriza a la "llotja del blat" (lonja del trigo) donde habían instalado la capilla ardiente, que es de claidad por su condición de sala amplia y aireada para que los campesinos comercien con los granos, se mostraba hoy agobiante, cargada de tensión, con los nueve cadáveres alineados en su zona central y el gentío que acudía para rendirles el último homenaje, sin consuelo.

El sentimiento de impotencia e indignación abarcaba todos los ámbitos de este pequeña ciudad catalana, poco acostumbrada a los sobresaltos.

El impacto provocado por el suceso tuvo un reflejo en la masiva respuesta popular a la llamaa del ayuntamiento para que, quien pudiese, donase sangre enseguida. En tres horas, el banco de sangre del hospital quedó saturado, según confirmaron a esta agencia portavoces del centro.

Por eso mismo, los ciudadanos confraternizaron hoy con los representantes de los cuatro cuerpos de seguridad ciudadana (el Cuerpo Nacional de Policía, la Policía Municipal, la autonómica y la Guardia Civil) que desplegaron en Vic decenas de efectivos, en un dispositivo sin precedentes.

Los cuatro féretros más peueños fueron introducidos en la catedral de la ciudad por un representante de cada institución policial.

(SERVIMEDIA)
30 Mayo 1991
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