Joaquín Nieto, secretario confederal de Medio Ambiente de CCOO y Nicolás Olea, profesor de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada advirtieron hoy de los peligros sanitarios y ambientales que acarrean los llamados "disruptores endocrinos", y de la fala de protección de los trabajadores ante estos agentes.

En el marco del I Ciclo de Ciencia y Tecnologia de la UCM, CCOO y el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud han organizado un curso sobre estas sustancias químicas utilizadas por la industria, "que afectan seriamente a la salud laboral, salud pública y, al medioambiente", según reiteró Joaquín Nieto.

Estos agentes se encuentran en productos cotidianos como juguetes, lacas, esmaltes de uñas, perfumes, resina de empastes, envases; asícomo en diversos equipos electrónicos, pesticidas, plásticos, adhesivos, pinturas, fármacos y aditivos para alimentación entre otros.

Nieto explicó que los disruptores hormonales actúan a muy bajas dosis y afectan a millones de trabajadores de diversos sectores productivos, en especial el agrícola. A su juicio, los sistemas tradicionales de protección del riesgo no están prepararados para prevenir a la sociedad de estas sustancias.

Hace seis años, la incidencia de estos agentes era algo anecdótic. Hoy día, es una realidad preocupante por ello se va a celebrar el próximo mes de junio en Estocolmo la primera conferencia europea sobre el tema.

TOXICIDAD HORMONAL

El número de sustancias químicas investigadas en cuanto a su toxicidad hormonal es mínimo, si se tiene en cuenta el gran número de compuestos químicos sintetizados por la industria. Además, es difícil probar la asociación entre hormonas naturales y el desarrollo de una determinada enfermdedad tumoral.

Varios estudios médicos han dmostrado un deterioro de la salud reproductiva humana en los países industrializados, como la caída del recuento espermático, alteraciones en el aparato genito-urinario (no descenso testicular), además de alteraciones en el desarrollo sexual o en la aparición de tumores.

Otra de las consecuencia más graves que producen los disruptores hormonales es que se acumulan en la leche materna y afectan así a las generaciones venideras.