El tráfico en las principales capitales del país quedó prácticamnte paralizado y la mayoría de los conductores, sobre todo los taxistas, aparcaron sus vehículos en la calzada para sumarse al paro, junto a otros transeúntes que permanecían quietos en las aceras.

En los rostros de los trabajadores y viandantes se podía apreciar la indignación y tristeza motivada por el crimen perpetrado por la banda terrorista. Las avenidas y calles principales de Madrid presentaban un "sonido" inusual: el silencio.

A las puertas de los núcleos más importantes de oficinas y empesas de las principales capitales españolas, sobre todo en Madrid, se concentraron centenares de trabajadores que guardaron diez minutos de silencio.

Asimismo, cafeterías y restaurantes cesaron de prestar sus servicios, como los medios de transporte público, que pararon sus motores durante varios minutos.

Todas las concentraciones de ciudadanos concluyeron con un sonoro aplauso, que precedió a la reanudación de la actividad normal.