AFGANISTAN RECALCA ANTE BONO LA NECESIDAD DE AYUDA INTERNACIONAL PARA RECONSTRUIR EL PAIS
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El ministro de Defensa, José Bono, ha recibido en Afganistán peticiones concretas de ayuda que las autoridades locales y representantes de la población quieren hacer llegar a la comunidad internacional para impulsar la reconstrucción del país.
En una fugaz pero intensa visita a las tropas españolas destacadas en Afganistán, Bono ha podido comprobar sobre el terreno el trabajo de reconstrucción que la Fuerza Internacional de Asistenica y Seguridad (ISAF) realiza en este país para frenar el retroceso en el que lo han sumido décadas de guerra.
En la ciudad de Qal-i-Naw, al oeste de Afganistán, 120 militares españoles trabajan en un Equipo de Recostrucción Regional (PRT) integrado en ISAF, que opera bajo mandato de la ONU. Qal-i-Naw es la capital de la región de Bagdhis, una de las más atrasadas de Afganistán y a la que las guerras han contribuido a dejar en la cola del progreso.
Los soldados españoles viven en tiendas de campaña junto a la antigua casa del gobernador, que tuvieron que reconstruir y acondicionar nada más llegar para que sirviera como centro de operaciones. Desde allí patrullan diariamente para contactar con las autoridades locales y escuchar las necesidades de la población.
El propio gobernador de la región, el Consejo de Ancianos y los "mulláh", autoridades civiles y religiosas, no perdieron la oportunidad de explicar con todo detalle a Bono esas necesidades: agua potable, electricidad, infraestructuras y atención sanitaria.
Se lo dijeron de muchas formas pero con el mismo fondo repetido: en Qal-i-Naw faltan servicios mínimos imprescindibles para que sus habitantes puedan vivir con dignidad. Bono les respondió que ese derecho está siempre "por encima de fronteras, religiones e ideas", y que España intentará demostrarlo para que la labor de sus militares no sea juzgada por palabras, sino por hechos.
Bono comprometió esa ayuda y, de hecho, una de las labores de los soldados españoles en Qal-i-Naw es garantizar las condiciones mínimas de seguridad para que puedan operar allí las ONG. De hecho, la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) ha evaluado ya algunos proyectos y Defensa espera que puedan comenzar a ser ejeutados en breve.
El ministro se comprometió a ello ante el gobernador, los "mulláh" y los ancianos, reunidos todos en la casa del gobernador, un recinto destartalado en el que los anfitriones demostraban su hospitalidad y donde Bono fue recibido por un grupo de niños y niñas vestidos con sus mejores galas, aunque apenas calzados, que le entregaron retratos de sus autoridades y un ramo de flores de trapo.
EL "BURKA" RESISTE
Hasta allí Bono llegó caminando desde la base española, rodeado de militares y también de agentes de la recién creada policía afgana. Todo lo que le habían explicado pudo comprobarlo al recorrer los escasos metros que separan la casa del gobernador y la radio local, donde el ministro grabó un mensaje para la población.
En esos escasos metros se detuvo en varios comercios realmente humildes donde los lugareños intercambian sus bienes y servicios, carne, maderas, ungüentos medicinales o frutos secos, con las calles abarrotadas de hombres que miraban la escena con interés variable y mujeres que hacían lo propio pero desde una distancia algo mayor.
En Qal-i-Naw las mujeres caminan un paso por detrás de los hombres y sólo dejan ver sus ojos, cuando no los ocultan también bajo el "burka", una prenda oficialmente derrocada junto a los talibanes pero que en la vida cotidiana de casi todo Afganistán sigue dificultando aún más la vida de las mujeres.
Esa dificultad se comprueba, incluso, en el caso de una maestra de una escuela de niñas y candidata a las próximas elecciones parlamentarias de septiembre, que expuso a cara descubierta ante Bono las demandas de las mujeres afganas pero que, después, cuando el ministro se fue, se ocultó bajo el "burka" para salir a la calle.
Fue a los soldados de Qal-i-Naw a los que Bono prometió, brindando con un vino español y ante una gran bandera que les dejó como prenda de su promesa, que su cargo está supeditado a una subida salarial. "O lo soluciono, o me voy", les aseguró.
Sonó bien a unos soldados deseosos en su mayoría de volver a casa aunque muy orgullosos todos ellos de la labor realizada en un país cuyas gentes y cuya orografía han sorprendido a muchos para siempre.
Cuentan que han visto arrozales a más de dos mil metros de altura, que en apenas quince millas se acaban planicies que parecen infinitas y comienzan montañas áridas con cañones de cientos de metros por los que los burros son conducidos para cargar agua y por los que se ve "casi escalando" a camellos, cabras y vacas que acompañan a los nómadas por todo Afganistán.
Las "jaimas" negras de los nómadas se ven desde los helicópteros como el que trasladó a Bono desde Qal-i-Naw hasta Herat, la otra base española, separadas por poco más de cien kilómetros pero de comunicación infernal por tierra.
Un vuelo en helicóptero con muchas medidas de seguridad en un zona donde la situación está tranquila, "controlada" dicen los mandos militares, pero no asegurada, y donde el terrorismo, el tráfico de drogas y, en definitiva, los "señores de la guerra" existen en la mente de todos.
CONDICIONES EXTREMAS
La base de Herat, situada a pocos kilómetros de la ciudad, alberga a más de seiscientos militares españoles al mando de este centro de apoyo a los PRT de la zona. Conviven con soldados italianos que se encargan, entre otras cosas, de servir la comida, y dicen los españoles que se nota, porque sólo comen pasta, aunque el buen clima se respira.
En esta base los soldados sólo salen del perímetro de seguridad para hacer labores logísticas y de asistencia a los demás puestos, y para ello han tenido que desminar los alrededores, antes plagados de artefactos sin explotar o que lo habían hecho a medias en alguno de los muchos conflictos que ha vivido la zona.
Bono pudo comprobar el orgullo de los soldados tras haber levantado esta base, en la que han construido, entre otras cosas, un hospital con modernas instalaciones transportables que incluyen dos quirófanos, una unidad de cuidados intensivos, radiología y capacidad para trasladar a él a personal de cualquiera de los otros puestos.
En Herat Bono compartió el rancho con los soldados y brindó por el Rey y por España, aunque con espumoso italiano. Un breve respiro para los soldados españoles, que agradecen el ligero viento que sopla estos días y que impide temperaturas como las alcanzadas semanas atrás, más de 52 grados a la sombra y 40 grados de diferencia entre el día y la noche.
En Herat la aparición de una nube es motivo suficiente para sacar la cámara de fotos y recordar después que hubo sombra, y, como en Qal-i-Naw, el polvo se mastica y es compañero inseparable. De hecho, una nube de polvo que impedía casi respirar es la primera imagen que quedó grabada en las retinas de toda la expedición española al aterrizar el Qal-i-Naw a bordo de un Hércules, en una pista construida décadas atrás por los rusos y que en la actualidad apenas se distingue de cualquier otro camino de tierra y piedras.
El deseo que la delegación española trasladó a la misión de los militares era sencillo, que su labor siga siendo tranquila, a pesar de que las elecciones de septiembre serán un momento sensible para medir la estabilidad del país.
Herat está estos días en pleno despliegue de los soldados que integrarán el batallón electoral, encargados de prestar apoyo logístico y de seguridad en esos comicios, todo ello en el intento de que, como decía Bono, Afganistán deje de ser "semillero de terroristas" y se incorpore a las naciones pacíficas, libres y democráticas.
(SERVIMEDIA)
02 Ago 2005
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