Según informó la Asociación El Defensor del Paciente, los hechos se remontan a mayo de 2005, cuando la joven Ana M.L., de 36 años, acudió al Hospital de La Línea de la Concepción porque se había notado un bulto en el pecho, siendo diagnosticada de cáncer y practicándosele una mastectomía radical y tratamiento quimioterápico y hormonal.

A los seis meses acudió a la primera revisión, donde le hicieron una mamografía, radiografías, ecografías de tórax y analíticas. Cuando volvió a casa tenía una llamada del hospital diciendo que había de repetirse las mamografías, lo que la dejó sumamente preocupada.

Sin embargo, cuando fue a ver al oncólogo, éste no le realizó la mamografía, comunicándole que "todo estaba en orden".

Cuando la joven le preguntó por qué no se la hacían, el médico le contestó que en un principio el radiólogo había visto una mancha en su pulmón derecho, pero que como era muy pequeña no había que darle ninguna importancia, máxime teniendo en cuenta que ella era asmática y que resultaba común que apareciesen ese tipo de manchas.

El oncólogo añadió que esa mamografía era un "exceso de celo por parte del radiólogo" y que "darle importancia al asunto sería como ganas de marear la perdiz". Finalmente, la paciente fue diagnosticada de "recidiva del cáncer de mama en metástasis pulmonar", que la condujo a la muerte.

La sentencia considera que "es cierto que un aplazamiento para ver la evolución de la lesión pulmonar es también una actitud lógica, pero este aplazamiento no debe ser superior a tres meses, al tratarse de un tumor primario de grado histológico II y receptores hormonales negativos en paciente joven".