Ébola. Médicos Sin Fronteras celebra que ha salvado ya a 1.000 personas

- El superviviente número 1.000 es un liberiano de 18 años que ha perdido a su madre, dos hermanas y un tío por el virus

MADRID
SERVIMEDIA

Médicos Sin Fronteras (MSF) se congratuló este martes de que 1.000 personas atendidas por esta organización médico-humanitaria en sus centros en Guinea, Sierra Leona y Liberia han superado la enfermedad del virus del ébola.

Desde el inicio del actual brote de ébola en África occidental, MSF ha admitido a más de 4.500 pacientes en sus centros de atención, de los que más de 2.700 fueron casos confirmados.

El superviviente número 1.000 para MSF tiene nombre y apellidos. Es Kollie James, tiene 18 años y es de Liberia La ONG cuenta su historia en primera persona a través de su padre, que perdió a su mujer, dos hijas y un hermano debido al ébola.

“El sábado 21 de septiembre es un día que nunca olvidaré en mi vida. Estaba trabajando con MSF como oficial de promoción de la salud visitando pueblos e informando a la gente acerca del ébola: cómo protegerse a sí mismos y a sus familias, qué hacer si comienzan a desarrollar síntomas y que se aseguren que todos tienen el número de MSF para llamar. Cuando estaba terminando el día, recibí una llamada desde el número de mi esposa, pero no era ella. Contesté, pero nadie hablaba. Ella se quedó en la capital, Monrovia, con tres de nuestros hijos, mientras yo estaba trabajando en Foya, en el norte de Liberia”, comienza el relato.

El padre de Kollie James prosigue: “En ese momento, el ébola había llegado a Liberia, así que traté de hablar con mi familia sobre el virus para educarlos, pero mi esposa no creyó en ello. Llamé a mi mujer rogándole que dejara Monrovia y llevara a los hijos al norte para que pudiéramos estar juntos aquí. Ella no escuchó. Se negó a aceptar el ébola”.

“Más tarde, esa noche, mi hermano me llamó. ‘Su mujer ha muerto’. Le dije: ‘¿Qué?’ El dijo: ‘Bendu ha muerto’. Se me cayó el teléfono. Lo tiré y se rompió. Estuvimos juntos durante 23 años. Ella me entendía. Era la única que me entendió muy bien. Me sentí como si hubiera perdido toda mi memoria. Mis ojos estaban abiertos, pero yo no sabía lo que estaba viendo. No tenía visión”, señala.

El padre de James cuenta que “más tarde, esa misma semana, recibí otra llamada de Monrovia. Mi hermano, que trabajaba como enfermero, había estado cuidando de mi esposa. Pero él se infectó y murió también. Entonces, mis dos hijas menores fueron trasladadas al centro de Monrovia, pero mis niñas estaban muy enfermas y murieron. Me sentí aún más indefenso. No podía dar sentido a nada”.

RECHAZADOS EN EL PUEBLO

“Mi hijo mayor, Kollie James, todavía estaba en Monrovia en la casa donde la familia había estado enferma, aunque él no mostraba signos de enfermedad. Él me llamó y me dijo: "Todo el mundo se enfermó, no sé qué hacer’. Le dije que viniera aquí, a Foya, para estar conmigo”, indica.

Y continúa: “Cuando mi hijo llegó, la gente del pueblo no nos aceptaba. Nos dijeron que toda nuestra familia había muerto y Kollie James debería estar lejos. Yo estaba enojado por su reacción. Sabía que no estaba mostrando ningún síntoma y no era una amenaza para ellos, sino el estigma, y no nos dejaron entrar. Tuvimos que seguir adelante”.

“A la mañana siguiente me di cuenta de que mi hijo estaba más cansado que de costumbre. Yo estaba preocupado por él. Él no tenía ningún síntoma, como vómitos o diarrea, sólo parecía cansado. Llamé a la línea directa del ébola de MSF y lo llevé a su centro de atención de ébola en Foya”, comenta.

Entonces, recalca que “cuando el test dio positivo, fue una noche de agonía para mí. Ni siquiera cerré los ojos por un segundo. Me pasé toda la noche llorando y pensando en lo que pasaría ahora a mi hijo”.

“Al día siguiente, los consejeros psicosociales de MSF me tranquilizaron. Me dijeron que esperara. Me senté con ellos y hablamos y hablamos. Tuve la oportunidad de ver a Kollie en el centro de atención desde el otro lado de la valla, así que le llamé: 'Hijo, tú eres la única esperanza que tengo. Hay que tener coraje. Cualquier medicamento que te den, tienes que tomarlo’. Me dijo: ‘Papá, lo entiendo. Lo haré. Deja de llorar. Papá, no voy a morir, voy a sobrevivir al ébola. Mis hermanas se han ido, pero yo voy a sobrevivir y voy a hacer que te sientas orgulloso'”, apostilla.

“PAPÁ, ESTOY BIEN”

El padre recalca que, “después de algún tiempo, mi hijo empezó a estar mucho mejor. Se movía. Recé para que él estuviera libre de ébola y diera resultado negativo, pero yo estaba preocupado de que sus ojos seguían rojos. Sólo quería que estuviéramos juntos de nuevo. Entonces sucedió algo sorprendente, algo que en realidad no podía creer hasta que lo vi”.

“Lo vi venir, no podía realmente creer lo que iba a suceder. He visto a gente con ébola parecer fuerte y luego, al día siguiente, habían fallecido. Así que estaba pensando que tal vez Kollie sea uno de los que se vaya al día siguiente. Cuando por fin le vi salir, me sentí muy, muy feliz. Lo miré y él me dijo: 'Papá, estoy bien’. Lo abracé. Mucha gente vino a verlo cuando él salió. Todo el mundo estaba tan feliz de verlo fuera”, agrega.

Entonces, personal de MSF le comentan que “Kolli es el superviviente número 1.000 de ébola. Es algo muy grande, pero me pregunto: ¿Cuántas personas más hemos perdido? ¿Cuántas no han sobrevivido? Por supuesto que estoy muy feliz de tener a Kollie todavía, pero es difícil no pensar en todos aquellos que ya no están con nosotros”.

“Cuando me lo llevé a casa, tenía una cara sonriente. Y yo también, yo tenía una gran sonrisa en mi cara. Tuve una muy buena sonrisa ese día. Decidí tener una pequeña fiesta para él. Desde entonces, él y yo estamos todo el tiempo juntos. Dormimos juntos, comemos juntos y hemos estado conversando mucho. Le pregunté: '¿Cuál es tu ambición después de graduarte en la escuela secundaria?’. Me dijo que quiere estudiar biología y convertirse en médico. ¡Eso es lo que me dijo!”, concluye.

(SERVIMEDIA)
21 Oct 2014
MGR/gja