Además de los condenados a pena de muerte, hay otros dos españoles sentenciados a cadena perpetua. Uno de ello es Francisco Larrañaga, condenado inicialmente a la pena capital en Filipinas pero que el pasado sábado vio cómo la presidenta del país, Gloria Arroyo, conmutaba esta pena por la cadena perpetua.

El otro caso es el de un ciudadano español encarcelado de por vida por sentencia de un tribunal de Londres, pero cuyos datos personales no se han hecho públicos por petición expresa del condenado, según informaron a Servimedia fuentes de la Fundación Ramón Rubial.

El caso de Pablo Ibar es el más complejo de todos. Condenado a muerte en 2000 por un triple asesinato cometido en 1994, el pasado 9 de marzo el Tribunal Supremo de Florida confirmó la sentencia.

La única esperanza de Ibar es pedir al primer tribunal que le condenó la revisión del juicio por irregularidad procesal. La familia estuvo a principios de este mes de abril en España para pedir apoyo a los políticos y ayuda económica a la sociedad para costear los 250.000 dólares que va a costar el equipo de abogados.

El otro sentenciado a la pena capital es Nabil Nanakli Kasebaty, español de origen sirio condenado a muerte en Yemen. Su suerte está ahora también pendiente de la apelación que ha de presentarse estos días ante el Tribunal Supremo de Yemen.