Guterres señaló que este hecho refleja la tendencia general de la población, principalmente en los países en desarrollo, de abandonar el campo y emigrar a las urbes.

De hecho, subrayó que el número de habitantes de las ciudades se ha cuadriplicado en los últimos 60 años, de los 730 millones en 1950 a los más de 3.300 millones de personas en la actualidad, y añadió que el 80% de los habitantes de países en desarrollo vivirá pronto en pueblos y ciudades.

Guterres precisó que este dato echa por tierra la "idea anticuada de que la mayoría de los refugiados viven en campamentos de tiendas" y añadió que los derechos de estas personas van adonde ellas vayan y donde estén deben tener "la misma protección y servicios que han recibido tradicionalmente en los campamentos".

Según cálculos recientes, el número de habitantes en Kabul (Afganistán) aumentó siete veces desde 2001, muchos de ellos antiguos refugiados que han vuelto de Irán o Pakistán, o desplazados por la violencia en las zonas rurales del país.

Además, Acnur recalcó que Damasco (Siria) y Amán (Jordania) proporcionan "un santuario" para cientos de miles de iraquíes que han sido forzados a huir de su país, y Bogotá (Colombia) ha absorbido a miles de víctimas por los conflictos armados.

Por otro lado, Acnur aseguró que los refugiados urbanos están forzados a vivir en barrios marginales superpoblados, con poco o ningún acceso a la salud y servicios sociales, y la mayoría se ganan la vida en el sector informal de la economía, donde son explotados, y prefieren permanecer "invisibles" por temor a ser deportados.

Guterres subrayó que la llegada de un gran número de refugiados a las ciudades supone una gran carga para los recursos públicos municipales, como los sistemas de salud y educación, y pueden dar lugar a incrementos en las necesidades básicas como alimentación y alojamiento.