(ENTREVISTA) "La mezcla siempre va a ganar por encima de la individualidad"
- Amir John Haddad, músico
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Si los nervios lo despiertan por dentro, él los pisa con sus dedos y se parapeta en su guitarra transformando la inquietud en materia creativa y canalizándola para alcanzar ese estado sin interferencias, ese duende del que hablan los flamencos y que sólo se consigue a corazón abierto. Amir John Haddad es a la guitarra lo que el Buda a la meditación. Acaba de volver de la India más pobre de materialismo y más enriquecido que nunca. Sus nueve nuevos temas aglutinados en ‘9 guitarras’, destilan misticismo, conexión con uno mismo, coherencia y cada uno de ellos tiene por alma una guitarra. Pasen y sientan.
Y si tu estilo es propio, ¿cómo lo definirías?
Definir el propio estilo es difícil porque no se cuenta con la perspectiva. Pero teniendo en cuenta mis raíces por parte de madre colombiana, por parte de padre palestina y nacido en Alemania ha sido esencial para mí en mi forma de escuchar y componer música. Justo esto es lo que me ha ayudado a absorber todas las clases de música que he escuchado en mi vida.
Acaba de publicarse ‘9 guitarras’, tu último trabajo. Explícanos por qué nueve temas, por qué nueve guitarras y por qué un homenaje a los entrañables luthiers.
Los 9 temas porque son las canciones que había decidido incluir en un mismo trabajo. Pero es cuando entra Johanes Inhoffen, de Mundo Flamenco, que lleva vendiendo guitarras flamencas españolas desde hace más de 20 años por todo el mundo, me propone cederme guitarras suyas de los mejores luthieres de España para grabar un tema con cada una de ellas cuando el proyecto se forja. Me proporciona ofrecer un homenaje con el respeto y la admiración que tengo por los artesanos que hacen sonar nuestros dedos.
Los luthieres, muchos de ellos, trabajan con consciencia y perseverancia para compatibilizar el alma de la guitarra con la del artista. ¿A qué luthier te sientes más apegado?
Desde que soy muy joven toco guitarras de José López Bellido, de Granada. Primero tuve una muy barata, pero no de él y cuando empecé a tomarme en serio la música mi padre me dio la de López Bellido y, de hecho, es con la que estoy fotografiado dentro del cedé ‘9 guitarras’. Para mí es algo muy emotivo porque empecé con ese sonido y he ido haciendo mis dedos, mi oído y mi cuerpo a esa guitarra en concreto. Esta guitarra que te refiero me es muy cercana por su sonido cálido y magistral.
Precisamente, este luthier lo que le interesa es ser útil. De hecho, él siempre dice que el músico tiene que poder viajar, sentirse cómodo y poner la guitarra a cualquier temperatura. En realidad, todos los guitarreros que he conocido tienen ese punto con sus guitarras y clientes para que den en el escenario lo mejor.
¿Qué ha sido lo más fácil, lo más difícil y lo más divertido en la creación de ‘9 guitarras’?
Lo más fácil ha sido recoger el cedé de la fábrica. Lo más difícil todo el proceso, pero también muy placentero porque compones música que te gusta e intentas que sea la que más te gusta en ese momento y hacerlo es un reflejo de todas las épocas de tu vida y lo curioso es que cuando la tienes compuesta ya estás pensando en el siguiente tema. Difícil también ha sido escoger cada guitarra para el tema preexistente. Por último, lo más divertido ha sido grabar las colaboraciones porque compruebas cómo crece tu tema.
Habría apostado que el proceso era el contrario. Que tendrías las guitarras en tu poder y que con cada una habrías encontrado la mejor composición con respecto a su alma y su sonido.
No, en realidad ya tenía las composiciones, fueron hechas y recopiladas como material en los últimos dos años y pico. Después tuve que estudiar mucho qué guitarra sería la adecuada para cada tema. Realmente fue un proceso curioso porque componía alegrías, tangos, etc. y luego tuve que encontrar el sonido adecuado, encajar el alma de 9 guitarras a mis composiciones, lo que yo quería expresar.
¿Qué especial relación existe entre tú y el instrumento?
Al principio cuando empiezas a tocar la guitarra es algo muy mecánico, tienes que aprender a mover tus dedos y poco a poco tienes que ir aprendiendo a mejorar tu sonido para que pueda expresar algo. La relación consiste en, después de mucho tiempo, sentir cómo reacciona un movimiento físico de tus dedos en una cuerda, la vibración y cómo esta se refleja en la madera. Y eso llega directamente al cuerpo porque la guitarra es un instrumento que tenemos entre pecho y abdomen. A mí, como músico, me gusta comprobar esto y, realmente, te das cuenta de la calidad de las guitarras. A cada instrumento hay que buscarle su punto.
¿Cuándo te enamoras verdaderamente de la música y sabes que quieres encauzar tu vida hacia ella?
Cuando tenía doce años porque es la primera vez que di un concierto, aunque a los siete, en Alemania, mi maestro me invitaba los viernes a dar un recital para los compañeros. En el concierto mencionado, comprobé el círculo que se crea entre lo que tocas y la gente recibiendo con agradecimiento lo que has hecho. Me pareció algo fantástico, pero no por el aplauso, sino por ese intercambio que se realiza a otro nivel que va más allá del lenguaje de las palabras y se convierte en un lenguaje universal y espiritual.
¿En qué cosiste para ti esa dimensión espiritual?
Se trata de sentimientos muy puro porque no hay nada que pueda interferir. Las palabras siempre interfieren a la hora de comunicar sentimientos o sensaciones a la gente y esta dimensión es una vía muy abierta, muy sincera y directa que habla de corazón a corazón o de alma a alma, pero no hay sitio para el intelecto que es el que explica posteriormente lo que se ha sentido. A ese momento tan especial, en el flamenco se llama duende y ahí todo fluye, es un estado en el que estás conectado y todo sale fácil y coherente.
¿Qué consideras que es necesario para llegar hacer gemir, sentir, cantar profundamente y flamencamente una guitarra?
Saber cantar muy bien por dentro tus melodías porque las guitarras solo hacen lo que tú sientas o lo que tú hagas. La guitarra sólo gime, canta, sólo exhibe si tú lo haces. La diferencia entre un buen artista y el que no lo es si se sabe tararear la melodía, ya que la técnica no puede estar por delante de la música.
La forma de crear de un artista me llama mucho la atención siempre, algunos incluso con rituales particulares. ¿Cómo surge la tuya? ¿Es cuestión de inspiración, de disciplina? ¿Qué sensación se produce en tu interior cuando creas algo que te gusta?
El estudio de la técnica es importante porque te ayuda a subir escalones. Personalmente, nunca he tenido un ritmo de trabajo. Me levanto por la mañana, desayuno algo y tengo varias cosas que hacer, no todo es tocar. Siempre me ha gustado dejarme llevar. Claro, una parte es la inspiración y la otra la transpiración. La primera es muy corta y lo demás, puro trabajo, por eso la disciplina es muy importante. Si me viene una idea tengo que estar varios días, semanas o incluso puedo dejarlo y retomarlo luego y hay que darle vueltas con el instrumento. Cuando haces algo que te gusta la sensación es de placer y cuando no de frustración porque es una lucha contigo mismo, llegas a tus propios límites. La música es un camino muy solitario, eso es lo que le digo a los jóvenes que quieren dedicarse a esto. Uno tiene que saber estar a gusto consigo mismo y no todo el mundo sabe o puede. A mí de pequeño mis padres me tenían que quitarme la guitarra para que me fuera a dormir y cuando volvía del colegio tiraba la mochila y cogía el instrumento. Hasta con las cuerdas de una raqueta hacía: “mami, blin, blin”.
De una mezcla tan ecléctica como tú nace un gusto por la mezcla también que te desmarca. ¿Qué aporta precisamente la mescolanza, lo que se entrelaza para gestar algo nuevo que no puede hacerlo la individualidad de un estilo único? ¿Cuál es la atracción irresistible de mezclarse, de mezclar, de unirse con más elementos para volver a ser uno nuevamente?
Toda la evolución parte de una mescolanza para ser más perfecto. En el caso de la música y las culturas, el mezclarse siempre ha acelerado el mejoramiento. En zonas fronterizas, a parte de las guerras, que también, siempre ha surgido un intercambio de bienes y costumbres que las hace más ricas, inteligentes y poderosas. En la música ocurre lo mismo. Si sabes mezclar un ritmo y una melodía de cada país, enriqueces. Una mezcla interesantísima fue la que hacían Radio Tarifa, con los que estuve y con los que me enriquecí muchísimo. La mezcla siempre va a ganar por encima de la individualidad porque es más y más sumado a más, siempre es más. Pero es importante también la individualidad porque si no tengo una entidad propia y no la vivo sanamente, me pierdo y no puedo explicarme a nadie de donde vengo y lo que hago.
La estampa de imaginarte aterrizando en Andalucía ‘vestido de guitarra y maleta’ repletas de sueños y retos enternece. ¿Conseguiste aprender música, flamenco de la tradición oral en las calles, vivir las correspondientes y celebradas juergas nocturnas? ¿Qué es lo mejor que te ha pasado entonces y qué elegiste no vivir?
Terminé el colegio en Alemania y a los veinte y pico años aterricé en Jeréz de la Frontera para estar en la cuna del flamenco y tocar con los músicos flamencos. Vivía el flamenco a través de las letras y cedés que tenía en Alemania y nuestros veranos en Almería, idéntico a Galilea y muy entrañable por ello para mi padre. De mi padre aprendí a copiar y tocar, con otros maestros en mi país, y con Pepe Justina en Jerez y Enrique de Melchor en Córdoba. También en fiestas y camerinos en los que te metes para oler el flamenco al que te expones realmente desde el humilde intérprete al gran artista. Todo el año largo que estuve en Jerez me pareció un día. Allí fue todo a la vez, una aventura muy grande y nutritiva.
De tu etapa en Radio Tarifa como laudista, ¿qué aprendiste, que te queda, que te costó?
La historia de cómo empecé con ellos es muy bonita y lo he contado muy pocas veces. Vivía en Alemania y, a los 17 años, una mujer que organizaba bailes allí y con la que yo trabajaba alguna vez tocando me regaló un disco de Radio Tarifa. Llegué a casa y le comenté a mi padre que ese grupo español tocaba ritmos incluso del medio oriente, árabe y nos gustó esa mezcla de con flamenco. Pasado en tiempo y mi experiencia en Jerez, afincado en Madrid y haciendo una gala del Día Internacional de la Danza con Joaquín Ruíz, en el Albéniz, interpretamos un tema, yo con el laud, y entre el público estaban los componentes de Radio Tarifa. Tras el espectáculo, en el bar de enfrente del teatro me comentaron que el laudista que tenían se iba y que si quería tocar con ellos. Me pareció una premonición lo del cedé del grupo y luego integrarme con ellos.
Radio Tarifa fue una experiencia enorme para mí porque basan el folclore del mundo entero pasándolo por el filtro mediterráneo y este lo mezclan con lo árabe, lo africano... Con ellos aprendí a tocar varios instrumentos como el buzuki, el banjo, la guitarra eléctrica... Estuve varios años viajando por el mundo como hombre orquesta.
(SERVIMEDIA)
30 Mar 2013
BSR/gja