Así lo denunció este martes la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (Unrwa), según la cual muchas de las víctimas mortales de ayer son consecuencia de “un bombardeo caído sobre un edificio de cuatro plantas en una zona altamente poblada de la ciudad”.

De acuerdo con sus últimos datos, las familias que en ese momento se encontraban en casa quedaron sepultadas entre los escombros, con el resultado de al menos 11 personas muertas y más de 20 heridas.

“Al fijar como objetivos los edificios residenciales, el Ejército israelí emplea una nueva práctica”, prosiguió Unrwa, consistente en “llamar a los residentes por teléfono y prevenirles para que desalojen sus hogares, o en lanzar un pequeño misil de advertencia al que siguen misiles de mayor tamaño”.

Líderes de Hamas, infraestructuras y el aparato de seguridad de la franja son los principales objetivos de la aviación israelí, si bien resultan muy preocupantes los crecientes ataques contra objetivos civiles, insistió Unrwa.

De hecho, como ya sucedió durante la escalada de violencia en 2008 y 2009 (la ofensiva “Plomo fundido”), el Ejército israelí utiliza los canales de televisión y radio locales para pedir a la población que se mantenga alejada de las infraestructuras y de las instalaciones de Hamas.

También apuntó Unrwa que el número de familias desplazadas ha aumentado en las últimas 24 horas, pero hasta el momento “están encontrando soluciones temporales con amigos y familiares”. Aun así, la agencia aseguró estar “lista para abrir las escuelas como refugios en caso de necesidad”.

El pasado domingo, una estudiante de 4º grado de la escuela preparatoria femenina de Unrwa en el campamento de Camp Beach murió tras un ataque aéreo israelí en área abierta. Fue una de las dos víctimas mortales que causó este ataque, que hirió a otras seis personas. Entre ellas figuraba una empleada de esta misma escuela, quien sufrió lesiones en las piernas.