(Reportaje) Manuel Lozano Leyva, autor de 'El fin de la ciencia': “Hay muchas amenazas que pueden llevarse a la ciencia por delante”

MADRID
SERVIMEDIA

Ha escrito más de 100 artículos científicos, seis libros de divulgación y cuatro novelas. La producción editorial de Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla, refleja la actividad incansable de un hombre al que le gusta cabalgar entre las ciencias y las humanidades como un renacentista de nuestros días. Ahora, acaba de publicar “El fin de la ciencia”, en Editorial Debate.

“Los ciudadanos no pueden ejercer la democracia apropiadamente sin unos conocimientos básicos de lo que es la ciencia y la tecnología, incluidos no solo sus grandezas y milagros, sino también sus miserias y peligros”. Esta es una de las rotundas afirmaciones que Manuel Lozano Leyva hace en su último libro, “El fin de la ciencia”. Pero no es la única.

Ciertamente, el catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla no tiene pelos en la lengua y lo demuestra ampliamente en este libro que ha dividido en tres partes: en la primera hace un repaso rápido por la historia de la ciencia; en la segunda, desgrana todas las amenazas que, a su juicio, se ciernen sobre la actividad científica y, en la tercera, explica los principales objetivos que se plantean los científicos en la actualidad. Todo ello, expuesto de un modo didáctico, ameno y con bastantes dosis de humor.

A propósito de esta idea de una ciudadanía incapaz de ejercer apropiadamente la democracia por carecer de conocimientos científicos básicos, le preguntamos si piensa que en España no hay verdadera democracia, dado que la inmensa mayoría de los ciudadanos no reúne esos conocimientos. Según el catedrático, “hay muchos aspectos en los que los ciudadanos no están controlando la información necesaria para que su voto sea consciente”.

A continuación, comienza a enumerar cuestiones como la gestión política de la energía, la investigación en enfermedades o el peligro de que la información del genoma de cada individuo caiga en malas manos, y añade: “O sabemos estas cosas o hay otros (visionarios, catastrofistas, etcétera...) que nos van a impedir ejercer la democracia realmente”.

Pero, ¿por qué existe tanto desconocimiento sobre ciencia entre la gente?, ¿cuál es el origen de esta carencia?, le preguntamos. “Es cierto que es más difícil entender la ley de la gravitación universal que la Revolución francesa”, justifica Lozano Leyva, que, sin embargo, también ve como culpables de este desconocimiento a los periodistas y a los propios científicos.

“Los periodistas", opina, "no se han tomado demasiado en serio estas cuestiones aunque, desde hace 10 ó 15 años, están informando mucho mejor sobre ciencia y esto se está notando en la gente. Después, está la responsabilidad de los propios científicos que antes decíamos: ‘nosotros hacemos lo que tenemos que hacer y no nos importa que no lo entiendan’ y hoy día eso también ha cambiado y estamos haciendo esfuerzos de divulgación científica”.

LAS DOS CULTURAS

Se trata, en el fondo, de luchar contra la misma división que denunciaba, a finales de los 50 del pasado siglo, Charles Pierce Snow, en una conferencia titulada “Las dos culturas”, que tuvo un enorme impacto en la sociedad de su época.

Físico y novelista, al igual que Lozano Leyva, Snow alertaba de la ruptura entre la ciencia y las humanidades como una nefasta característica de la sociedad moderna. Aseguraba que algunas veces había preguntado a personas con buen nivel de conocimientos humanísticos si se sentían capaces de describir la segunda ley de la termodinámica.

Ante la consiguiente negativa de sus interlocutores, el físico inglés sentenciaba sin ambages: “Mientras el gran edificio de la Física crece, la mayoría de la gente inteligente en Occidente tiene el mismo conocimiento científico que habría tenido su antepasado del Neolítico”.

Lozano Leyva cree que sigue existiendo esta brecha entre las dos culturas, la científica-técnica y la literaria-humanística. El investigador sevillano piensa que será difícil superar esta división: “Hay gente que dice eso de: ‘la cuenta del restaurante la haces tú, que yo soy de letras’. Es el equivalente a que yo dijese: ‘¡Yo qué sé quién descubrió América si soy de ciencias!”. Hasta que no se supere este ufanarse de la ignorancia en ciencia, no se asumirá que la ciencia es una parte más de la cultura”.

EL FIN Y LOS FINES

El título del libro, “El fin de la ciencia”, es, como enseguida advierte Lozano Leyva, un juego de palabras. El autor se ocupa en el texto de las dos acepciones de la palabra ‘fin’, por un lado la que es sinónimo de ‘final’ y por otro la que significa ‘meta’. En cuanto a la primera acepción, el catedrático de Física desarrolla un elenco de los que, a su juicio, son los peligros más serios que se ciernen hoy en día sobre la ciencia. “Hay muchas amenazas que se pueden llevar a la ciencia por delante y no sé cuál es la más grave”, advierte.

El catedrático desarrolla a lo largo de un buen número de páginas su convicción de que las pseudociencias, la religión, la ideología y el catastrofismo constituyen amenazas que podrían llegar a acabar con la ciencia. El autor lo argumenta así: “Hay muchos que se pueden cargar la ciencia y no sería la primera vez que pasa. Hay zonas y épocas donde, de pronto, la ciencia desaparece. Por ejemplo, en Europa en la Edad Media. Con la ciencia griega y la tecnología romana estaba todo listo para que en el siglo IV se hubiera inventado la máquina de vapor y la electricidad pero hubo un frenazo de mil años”.

Pero los peligros, en su opinión, no son solo extrínsecos a la ciencia, también están dentro del mundo científico. “Una amenaza que viene desde dentro de la comunidad científica es la mediocridad", resalta Lozano Leyva. "Por razones de poder, dentro de la comunidad científica, la mediocridad avanza en contra de la excelencia. Eso está pasando en cantidad de instituciones”.

UN CAMPO DE TRABAJO ILIMITADO

Contra todos estos peligros, dice el autor de “El fin de la ciencia”, lo único que puede hacer el científico es seguir trabajando con paciencia y rigor, sin distraerse de los múltiples objetivos que tiene hoy planteados la investigación. Y concluye: “No hay más que vigilar y cuidarse de los tiburones, porque si los peligros que acechan a la ciencia no la llevan a su fin, jamás alcanzará su fines porque son infinitos”.

El catedrático de la Universidad de Sevilla vuelve aquí a jugar con el doble sentido de la palabra ‘fin’ para manifestar su certeza de que la ciencia nunca morirá por agotamiento porque siempre tendrá infinidad de cosas por descubrir. “Por cada pregunta que la ciencia ha respondido", afirma Lozano Leyva, "se han abierto siete u ocho nuevos interrogantes. Por ejemplo, el descubrimiento de la partícula de Higgs ha planteado muchas preguntas”.

A propósito del Higgs, la anécdota es que en el libro de Lozano Leyva, que entró en máquinas antes de que se hiciera público el hallazgo de la famosa partícula, puede leerse esta frase: “Le susurro al lector para que se quede entre nosotros que el LHC no va a generar el bosón de Higgs, y no porque su máxima energía se quede corta, sino porque muy posiblemente no existe”.

El autor, que trabajó durante ocho años en el CERN, reconoce su error: “Me equivoqué", responde sin reparos. "A un gran número de científicos les parecía prácticamente imposible encontrar el higgs y yo era uno de ellos”. Y, a renglón seguido, dice: “Todo apunta a que realmente se trata del bosón de Higgs, pero si no lo fuera, sería más interesante aún”.

(SERVIMEDIA)
28 Oct 2012
ISP/caa/lmb