Lo hizo durante la presentación en un acto telemático del documento ‘Impacto de la Covid-19 en la no Covid-19: estrategias e intervenciones para ‘repriorizar’ la atención no-Covid en el Sistema Nacional de Salud’, en el que estuvieron presentes, entre otros, la presidenta de Facme, Pilar Garrido, y su vicepresidente, Javier García.

Durante su intervención, Pilar Garrido arguyó que se asiste a un “momento estratégico” para la sanidad por el “impacto de la pandemia” en aquellos pacientes que no han sufrido directamente una infección por coronavirus.

Por esa razón, urgió a “cambiar las cosas”, para lo cual consideró propicio aprovechar la llegada de los fondos europeos con el fin de “recomponer” el SNS tras los estragos causados por la Covid-19, cuya irrupción provocó un descenso del 21% en los nuevos diagnósticos de cáncer y una caída del 41% en el tratamiento de infartos durante la primera ola, según atestiguan diversos estudios elaborados por sociedades científicas.

Por su parte, Javier García dejó claro que “no se puede prestar la asistencia sanitaria de la misma manera que antes de la pandemia”, por lo que consideró oportuno concebir los fondos europeos como un “Plan Marshall para la sanidad española”.

Esto le permitió exponer las cuatro grandes líneas sobre las que se asienta el documento elaborado por Facme: la recuperación óptima de pacientes demorados, un mejor manejo y seguimiento para pacientes crónicos en el SNS, más proactividad y calidad en la identificación de factores de riesgo y en el desarrollo de los procesos diagnósticos y la reorganización y asignación de nuevos recursos.

Respecto de la recuperación óptima de pacientes demorados, llamó a abordar un “trabajo importante” de “dimensionamiento, valoración y priorización”, “estratificar y priorizar” la gestión de los pacientes y recuperar la actividad pospuesta por la pandemia.

En ese sentido, planteó la creación del “Observatorio de Recuperación y Fortalecimiento del SNS tras la Covid-19” con el objetivo de “monitorizar y velar por la recuperación en cada contexto local”, un esfuerzo en el que, a su juicio, deberían involucrarse el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas.

En cuanto al seguimiento de los pacientes crónicos, invitó a “recuperar la atención y los seguimientos perdidos”, a “repensar el modelo de integración, colaboración y atención” y a establecer “programas ambiciosos de innovación y colaboración entre servicios de salud”.

Sobre la identificación de los factores de riesgo, urgió a ser más proactivos en su detección, a abordar cambios en la preparación, organización y desarrollo de los procesos diagnósticos y a planificar la gestión de los procesos asistenciales “más exigentes”.

Por último, acerca de la reorganización y asignación de nuevos recursos, apostó por “dimensionar adecuadamente” los mismos, “cuidar al cuidador”, mantener la “flexibilidad y desburocratización en la gestión de procesos y actividades administrativos”, mejorar los instrumentos para la “planificación clínica y la gestión de casos de un modo seguro y eficiente”, trabajar en “cerrar las brechas de comunicación” entre equipos asistenciales, contar con los rudimentos susceptibles de “analizar y comprender” la demanda y las necesidades de los pacientes, facilitar el desarrollo del “liderazgo clínico” y disponer de “más capacidad y autonomía” para encontrar las soluciones y participar de las innovaciones.