Son datos del ‘Monitor de la Intermediación financiera no bancaria’ divulgado este martes por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), donde indica que los riesgos asociados a estos operadores “apenas muestra cambios en relación con los patrones observados en años anteriores, por lo que no se detectan amenazas relevantes para la estabilidad financiera”.

Los intermediarios financieros no bancarios forman parte de lo que se ha dado en llamar ‘banca en la sombra’ y que incluye operadores de muy dispar actividad, diferentes a los bancos tradicionales.

Para tomar dimensión de su actividad la CNMV utiliza la metodología del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) en la llamada “medida estrecha” de los IFNB (intermediarios financieros no bancarios) o computando aquellos que realizan alguna de las cinco funciones económicas asimilables a algunos de los riesgos típicamente bancarios.

En esos 311.000 millones incluye, en concreto, a determinadas tipologías de fondos de inversión, que concentran más del 86% de esos activos totales; a las titulizaciones (8,8%) y a los establecimientos financieros de crédito, las sociedades de valores y a las entidades de garantía recíproca, que sumarían otro 5%.

Si bien, en conjunto, vienen a representar un 6,7% del total de sistema financiero, la CNMV repara en que dicha tasa “continúa por debajo de la de otras economías avanzadas. Si se toman en consideración el conjunto de los activos gestionados por todos los intermediarios financieros no bancarios en su sentido más amplio el volumen administrado sube a 1,36 billones de euros al cierre del 2019, lo que supone un aumento del 2,9% respecto al año anterior y representan cerca de un 30% del sistema financiero total.

Dentro de este sector, la CNMV destaca la evolución de las OIF –Otras Instituciones Financieras-, ya que en su conjunto sumaron 825.000 millones de euros en 2019, un 2,2% más que en 2018. Este importe representa más del 60% del sector financiero no bancario.

En cuanto a la evolución de los riesgos, el organismo refiere que su análisis “sigue sin apuntar, por el momento, a la existencia de vulnerabilidades relevantes desde el punto de vista de la estabilidad financiera”. Los riesgos más relevantes que detecta continúan siendo los de crédito y de liquidez para la mayor parte de las entidades que forman parte de la IFNB y con “pocos cambios en relación con el año anterior”.

En el ámbito específico de los fondos de inversión su análisis se ha volcado de manera especial, por ejemplo, en las condiciones de liquidez de las carteras y del endeudamiento adquirido mediante la operativa en derivados. En el primer caso sí observa “una ligera disminución de la proporción de activos más líquidos, sobre todo en algunas categorías”, pero concluye que “siguen siendo suficientes para atender un posible aumento de los reembolsos”. Tampoco ve riesgo de apalancamiento excesivo “para el sector en su conjunto ni tampoco para ninguna categoría de fondos en particular”.