Según fuentes no oficiales, murieron al menos 100 personas, entre ellas 17 niños. Un número indeterminado de los que sobrevivieron sufrieron heridas graves como resultado de las acciones violentas, mientras que muchos más han tenido que dejar sus hogares o comunidades. Al menos 11 niños han sido separados de sus familias.

Estos acontecimientos terribles llegan después de otro ataque brutal, el pasado mes de diciembre, en Toumour, en la región de Diffa, que dejó 45 muertos, incluidos 10 niños. Ese ataque destruyó reservas vitales de alimentos, infraestructuras de agua y dos aulas, con casi 21.000 personas afectadas.

"Esta violencia gratuita y el desprecio por la vida de los niños y las familias deben condenarse en los términos más enérgicos. Estos actos atroces son graves violaciones de los derechos de los niños, del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Unicef pide el cese inmediato de los ataques contra los niños, sus familias y comunidades", recoge el comunicado.