La investigación, coordinada por Dolores Corella en colaboración con el Human Nutrition Research Center de Boston y publicada en la revista ‘American Journal of Clinical Nutrition’, avanza en los factores genéticos y ambientales que condicionan las preferencias e ingestas de alimentos.

Además, aporta resultados pioneros al ser la primera vez que se reporta una relación inversa entre la puntuación en la percepción total de todos los sabores y el peso, obesidad y perímetro de la cintura en una población de 381 personas de entre 55 y 75 años.

En este mismo estudio los expertos realizaron también un genotipado denso de todo el genoma en los participantes y analizaron si existe asociación entre las variantes genéticas y cada uno de los sabores y el sabor total mediante un estudio de asociación de genoma completo.

Los resultados les permitieron replicar los ya conseguidos en torno al sabor amargo, así como sugerir nuevos genes para cada uno de los demás sabores.

Investigaciones recientes en ratones de laboratorio demostraron que la inflamación que suele llevar asociada la obesidad es capaz de destruir las papilas gustativas y, según Corella, “esta sería la consecuencia de que las personas obesas percibieran menos el sabor”.

La experta incidió en que los nuevos hallazgos también ponen de manifiesto la necesidad de tener en cuenta la capacidad de percepción de los distintos sabores a la hora de pautar dietas para prevenir o tratar la obesidad y, en este sentido, el Ciberobn está trabajando en la elaboración de dietas no solo saludables sino también “sabrosas” y “personalizadas” para conseguir una mayor adherencia a las mismas.

Todos estos descubrimientos contribuirán, además, a desarrollar mejores estrategias preventivas o terapéuticas.