Medio ambiente

Un millón de loros llegaron a España desde 1986 para venderlos como mascotas

MADRID
SERVIMEDIA

España importó legalmente más de un millón de ejemplares de 252 especies de psitácidas (familia de aves llamadas comúnmente loros) desde 1986, año en que este país firmó el Convenio Cites (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), para ser vendidos como mascotas.

Así se recoge en un reciente estudio publicado por científicos de la Universidad de Málaga en ‘Ardeola: International Journal of Ornithology’, la revista científica de SEO/BirdLife.

Los investigadores explican que el comercio internacional legal de fauna ha sido clave en el establecimiento de las poblaciones silvestres de dos especies exóticas invasoras en España: la cotorra argentina (‘Myiopsita monachus’) y la cotorra de Kramer (‘Psittacula krameri’), cuya presencia es una amenaza para la biodiversidad autóctona por su capacidad de competir y desplazarlas.

Las psitácidas o loros (grupo al que pertenecen ambas especies) son uno de los grupos de aves más comerciados mundialmente, casi en su totalidad para ser vendidos en el lucrativo negocio del ‘mascotismo’.

Los investigadores encontraron que solamente en España se importaron legalmente más de un millón de psitácidas de 252 especies diferentes desde 1986, año en que España firmó el convenio Cites, con la cotorra argentina y de Kramer como segunda y quinta especie que más se ha importado, respectivamente.

“Se analizó el número de animales importados cada año y se contrastó esta información con el crecimiento de las poblaciones naturalizadas por medio de las estimaciones poblacionales que se realizaron en los años 1997 y 2002, así como con el primer censo poblacional realizado en 2015 para ambas especies”, explica Lucrecia Souviron, una de las autoras del estudio.

Desde 1986 hasta 2005, cuando se prohibió la importación de aves silvestres dentro de la UE, entraron de manera legal a España al menos 190.000 individuos de cotorra argentina (procedentes mayoritariamente de Uruguay) y cerca de 63.000 ejemplares de cotorra de Kramer (principalmente de Pakistán), sin contar los que entraron previamente al convenio Cites o los procedentes del tráfico ilegal.

POBLACIONES NATURALIZADAS

Los autores han observado cómo los núcleos poblacionales naturalizados de ambas especies comenzaron a establecerse en las grandes urbes años después de los picos de importación, a mediados de los años 90, debido a las sueltas continuadas (tanto accidentales como deliberadas), hasta alcanzar los casi 20.000 ejemplares silvestres de cotorra argentina y los 3.000 individuos de cotorra de Kramer censados por SEO/BirdLife en 2015 con la colaboración de cerca de 600 voluntarios.

“Debido a la tardía gestión y a que las poblaciones desde hace años son autosostenibles, se espera que este número siga incrementándose y que ambas especies colonicen nuevos territorios más allá de las grandes ciudades, donde se localizan los núcleos poblacionales más importantes”, advierte Souviron.

Por otro lado, los autores también discuten el motivo por el que las cotorras se han establecido con éxito en comparación con otras especies de psitácidas que se importaron en mayor o igual número.

No en vano, el origen de la mayoría de estas dos especies importadas es la captura en estado silvestre, lo que facilita su posterior adaptación al medio en caso de ser liberadas en comparación con aquellas nacidas en cautividad.

El trabajo también pone de manifiesto que, aunque la tenencia y venta de las dos especies de cotorra está prohibida desde 2013, hay otras especies de loros con potencial invasor que pueden adquirirse en las tiendas de mascotas. Algunas de estas especies, como el lorito senegalés (‘Poicephalus senegalus’), ya están nidificando en números reducidos en diferentes partes de España, como Canarias, Valencia, Barcelona y Málaga.

Por último, los autores concluyen que es preciso concienciar a la ciudadanía y a las administraciones de los peligros que el tráfico masivo de animales puede acarrear, restringiendo (o incluso prohibiendo) la entrada de fauna exótica con fines puramente comerciales. “El negocio del ‘mascotismo’ existe porque hay un público que así lo pide; y si la demanda cesa, el negocio acabará con ella”, concluye Souvirón.

Beatriz Sanchez, responsable de Biodiversidad Urbana de SEO/BirdLife, destaca que “la proliferación de especies exóticas invasoras constituye un grave problema global que se ha convertido en la segunda causa de extinción de especies, en ambientes terrestres, después de la destrucción de hábitats”.

(SERVIMEDIA)
10 Jun 2018
MGR/caa