Los humanos florecieron en África tras un ‘invierno volcánico’ hace 74.000 años
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Los primeros humanos modernos en la costa de Sudáfrica prosperaron a partir de la erupción del supervolcán Monte Toba (isla indonesia de Sumatra) hace unos 74.000 años, que tuvo un efecto devastador sobre la vida en la Tierra.
Como consecuencia de esa erupción, el verano nunca llegó en unos años, el cielo adquirió un tono gris durante el día y se iluminó de rojo por la noche, las flores no florecieron, los árboles murieron en invierno y grandes mamíferos como el antílope adelgazaron, murieron de hambre y ofrecieron poca grasa a sus depredadores (carnívoros y cazadores humanos). Así lo asegura un equipo de 16 científicos de instituciones de Australia, Estados Unidos, Grecia, Reino Unido y Sudáfrica en un artículo publicado en la revista ‘Nature’.
Se cree que una erupción del Monte Tambora (Indonesia) 100 veces más pequeña que la del Monte Toba, fue responsable de un año sin verano en 1816. El impacto en la población humana fue nefasto sobre las cosechas, el hambre y las migraciones en Europa, Asia y América del Norte.
Los investigadores apuntan que el supervolcán Monte Toba afectó de forma más prolongada a la humanidad hace unos 74.000 años, cuando llevó la vida al borde de la extinción, puesto que la luz se redujo entre un 25 y un 90%, las plantas murieron masivamente y aparecieron sequías significativas e incendios forestales.
REFUGIOS HUMANOS
El efecto de la erupción de Toba habría afectado a algunos ecosistemas más que a otros y posiblemente se crearon refugios humanos que dependían de los recursos disponibles. Los de la costa, como los mariscos, son altamente nutritivos y menos susceptibles a la erupción que las plantas y los animales de las áreas del interior.
Cuando la columna de fuego, humo y escombros explotó en la cima del Monte Toba escupió rocas, gases y pequeñas piezas microscópicas (criptotefras) de vidrio que, bajo un microscopio, tienen una característica forma de gancho producida cuando el vidrio se fractura en una burbuja. Cuando llegan a la atmósfera, estos fragmentos invisibles se extienden por todo el mundo.
Takis Karkanas, director del Laboratorio Malcolm H. Wiener de Ciencia Arqueológica, de Escuela Americana de Estudios Clásicos de Grecia, vio en un microscopio un fragmento de esta explosión extraído de una porción de sedimento arqueológico revestido de resina.
El fragmento provenía de un sitio arqueológico en un refugio rocoso llamado Pinnacle Point 5-6, en la costa sur de Sudáfrica, cerca de la ciudad de Mossel Bay. Los sedimentos datan de hace unos 74.000 años.
"Takis y yo habíamos discutido el potencial de encontrar fragmentos de Toba en los sedimentos de nuestro sitio arqueológico y, con su ojo de águila, encontró uno", explica Curtis W. Marean, director de proyecto de las excavaciones de Pinnacle Point.
Marean mostró la imagen del fragmento a Eugene Smith, un vulcanólogo de la Universidad de Nevada en Las Vegas (Estados Unidos), quien confirmó que era un fragmento volcánico. "El estudio de Pinnacle Point me llevó de vuelta al estudio de fragmentos de vidrio a mi tesis de maestría 40 años antes", dice.
"Muchos estudios previos han intentado probar la hipótesis de que Toba devastó las poblaciones humanas. Pero han fracasado porque no han podido presentar pruebas definitivas que vinculen una ocupación humana con el momento exacto del evento", apunta Marean.
La mayoría de los estudios han analizado si Toba causó o no un cambio ambiental, pero carecen de los datos arqueológicos necesarios para mostrar cómo el volcán afectó a los humanos. En la década de 1990, los científicos comenzaron a discutir que esta erupción del Monte Toba, el más potente de los últimos dos millones de años, causó un invierno volcánico de larga vida que pudo haber devastado los ecosistemas del mundo y causar un llamado 'cuello de botella' que casi produjo la extinción humana.
(SERVIMEDIA)
12 Mar 2018
MGR/gja