Vázquez-Figueroa aborda en su obra más reciente problemas de actualidad como la desertización, la sequía y el blanqueo de dinero, y dedicó la práctica totalidad de su presentación a los medios de comunicación a explicar su teoría para resolver los problemas de falta de agua que acucian varias ciudades andaluzas.

En lugar de hablar del libro, el autor se explayó en desgranar una tesis mediante la cua, excavando pozos en medio del mar, podría potabilizarse el agua marina por medios naturales y suministrarla a quien la necesitase.

"El agua salada, sometida a una presión de 60 atmósferas, se puede filtrar a través de unas membranas semipermeables que la transformen en agua dulce", explicó el escritor, "si se hace un pozo en medio del mar de 600 metros de profundidad, el propio peso del agua produce esa presión, y luego se puede canalizar hasta donde se quiera".

SIN ANIMO DE LUCRO

"Esta idea, ue no se le había ocurrido a nadie hasta ahora, la tengo registrada, y la cederé gratuitamente a quien quiera utilizarla sin ánimo de lucro", aseguró el novelista, que ha vendido hasta ahora más de 13 millones de ejemplares de sus anteriores libros.

"A mí la novela y su argumento me traen sin cuidado, lo que me interesa es plantear esta idea que, con un coste muy bajo y fácilmente amortizable, puede solucionar los problemas de sequía que sufren ahora mismo algunas zonas de España y determinadas regions del mundo donde es un mal endémico", afirmó.

La trama de "La ordalía del veneno" se centra en una popular presentadora televisiva a quien un profesor jubilado revela esta fórmula revolucionaria para solventar la sequía y la progresiva desertización que de ella se deriva.

VENTAS SOSTENIDAS

"Mis libros no son 'best-sellers' que se promocionen exhaustivamente, vendan varios cientos de miles de ejemplares durante un año y no quede rastro de ellos cinco años después", señaló Vázquez-Figueroa, "losmíos venden 100.000 ejemplares cada año, y aún siguen en las librerías títulos que publiqué en 1969, como 'Manaos' o en 1974 como 'Ebano'".

"A mí me importa poco lo que digan de mis libros los críticos literarios, porque lo más que puede pasar es que alaben mucho y me vuelva un estúpido", aseguró el autor. "Vivo muy bien, escribo cuando quiero y, si hago lo que me gusta y, además, me pagan, yo encantado", añadió.