De hecho, era una empleada de la empresa la que llevaba el obsequio hasta la clínica: un bebé de trapo vestido de princesa, todo de color rosa, con una tarjeta en la que se podía leer "Bienvenida, Leonor", y portada por seis globos de helio, también rosas, uno de ellos con forma de chupete.

Para evitar dudas sobre la destinataria del obsequio, esta pequeña Leonor de trapo llevaba, además de un chupete, una corona.

Al parecer, la empresa tenía en la recámara una alternativa, por si el primogénito de los Príncipes era un varón, en cuyo caso el bebé hubiera sido vestido de azul, aunque también con chupete y corona.

Hasta las puertas de la clínica llegaban durante toda la mañana decenas de centros de flores y de canastilla con ropa para la Infanta.

De todo ello no perdían detalle los curiosos que se agolpaban desde primera hora a las puertas del centro, aprovechando que la lluvia dejaba paso a algunos claros en el cielo madrileño.