La empleada del hogar, de 68 años, trabajaba en 1993 en la vivienda de la madre de la joven en el barrio bilbaíno de Rekalde. Un día, estaba drmiendo en la casa y desapareció de su bolso diversa documentación y las 33.000 pesetas que llevaba.

La mujer denunció el robo a la policía, pero el caso no se resolvió hasta hace unos días cuando la ladrona confesó. La joven llamó por teléfono a la empleada del hogar para decirle que quería devolverle el dinero.

Sin embargo, la mujer no se fió e informó a la policía para que un agente acudiera con ella a la cita en la que la joven le iba a entregar el dinero. En el encuentro, la chica le ofrecióun sobre que contenía 7.000 pesetas más que las robadas y explicó que en 1993 era adicta a la heroína y sustrajo el dinero para comprar droga.

Poco después del hurto, la muchacha ingresó en un centro de rehabilitación, en el que aún continúa en la actualidad. Tras declarar en comisaría, donde aseguró que está arrepentida de los hechos, fue puesta en libertad y se remitió el atestado a la autoridad judicial.