El décalogo, que pretende servir de orientación para los padres, recomienda no utilizar las denominadas cocinas centrales dónde se elaboan los menús para luego ser transportados, sino que aconsenja que todo alimento sea elaborado y manipulado en la cocina del propio centro.

Asimismo, señala que se debe diseñar el perfil del comensal en función de su edad, sexo, creencia religiosa y atendiendo a las peculiaridades gastronómicas de cada región, respetando los criterios que marca la piramide nutricional.

El decálogo también indica que el servicio de cocina debe estar preparado para ofrecer dietas blandas a aquellas personas que los equieran y añade que el menú se debe elaborar en colaboración con las asociaciones de padres y madres.

Como consecuencia del continuo consumo energético por parte de los más pequeños, recomienda que los niños ingieran algún alimento complementario a media mañana, preferiblemente fruta y/o yogur, y media tarde, y que los menores estén supervisados por monitores en el comedor para potenciar los hábitos higiénicos y de comportamiento.