Cuando la ciudad trata de recuperarse del extraordinario gasto de energía de los recientes Sanfermines, las calles y los establecimiento de bebidas de Pamplona volvieron a vivir desde primeras horas de la tarde la atmósfera de la gran fiesta.

Fueron muchos los que, por falta de existencias de los cavas nacionales y el champán extranjero en las bodegas todavía sin reponer, tuvieron que brindar por el triunfo de Induráian on el vino de la tierra.

Pero donde la alegría desbordaba todos los reductos de la vida social fue en Villava; una localidad de unos diez mil habitantes, situada a cuatro kilómetros de esta capital, en la que el corredor triunfador era ya un mito y que, desde hoy, sobrepasa cualquier cota de cariño y popularidad imaginables.

El padre del ciclista, que también se llama Miguel Induráin, siguió el desarollo de la etapa, junto a los suyos y algunos amigos íntimos, desde el domicilio familiar, en tant que los más fieles seguidores lo hicieron en la peña organizada por los aficionados locales.

En declaraciones a Radio Nacional de España (RNE), el padre, que en todo momento dió ejemplo de dominar bien los nervios, consideró la actuación de Miguel "normal en él, porque tiene poderío y ya tiene edad de saber dónde anda".

Sobre si cree que ganará el Tour, respondió que no hay que fiarse, porque "faltan muchos días y que París está muy lejos. Parece que está bien, pero le han de atacar mucho todaví. Repito que quedan días para llegar a París y París es muy duro".

Por último, afirmó que todos los grandes ciclistas que corren en el Tour de este año pueden convertise en enemigos peligrosos para su hijo, "porque no hay enemigo bueno".