La polémica sobre el uso de chalecos antibala se reavivó tras el asesinato a manos de ETA del "ertzaina" Txema Aguirre, cuando vigilaba sin chaleco el Museo Guggenheim.

De acuerdo con las fuentes consultadas, la conveniencia de usar oficialmente un chaleco antibala es responsabilidad del jefe e la unidad policial que, en virtud de la peligrosidad de la operación o misión que debe desarrollar, decide su colocación o no.

No obstante, ante el temor de una parte de "ertzainas" a ser objetivo indiscriminado de ETA, los sindicatos UGT y CCOO han decidido intervenir ofreciéndose como intermediarios ante una empresa privada de fabricación de este sistema de seguridad.

Hasta el momento, según informaron al diario "El Correo" fuentes sindicales, los agentes han adquirido unos 300 chalecos antibla, por los que han pagado 40.000 pesetas por unidad. Esa inversión es ajena a la Consejería de Interior, que asegura que cada "ertzaina" dispone de un chaleco en su comisaría.

El hecho de que el chaleco privado sea más ligero que el oficial de la Ertzaintza, y por tanto el agente se lo pueda colocar por debajo de la camisa, es por lo que la consejería no puede intervenir prohibiendo su uso. Distinto sería si el chaleco tuviera que ir colocado por fuera.

El portavoz gubernamental vasco insistió e que Interior garantiza en todo momento la seguridad personal de los agentes autonómicos cuando están de servicio, poniendo a su disposición los medios habituales de seguridad. En su opinión, "no es normal" que un "ertzaina" que realiza labores de ordenación del tráfico requiera de un chaleco antibalas, que sí es indispensable en una operación antidisturbios.