En su discurso, Martínez se declaró orgulloso de hablar un idioma nacido hace mil años en las mesetas de Iberia "y que se ha expandido por los viñedos de California, por Nueva York y las llanuras de Texas hasta las soledades últimas de mi país, en Tierra del Fuego".

Aeguró que el castellano fue una de sus "tablas de salvación" después de que su mujer falleciera hace dos años atropellada por un coche y se viera obligado a interrumpir la primera versión de "El vuelo de la reina".

"Nací en una provincia del norte de Argentina", explicó, "donde se habla un idioma impregnado todavía por expresiones del Quijote y la Celestina, que han perdido en otras partes su fuerza de uso".

La novela ganadora del Alfaguara tiene como protagonista a un influyente director de un priódico bonaerense obsesionado por una joven periodista, con el telón de fondo de una Argentina dañada por las corruptelas.

Según Martínez, su afán prioritario con este título ha sido "explorar la tela invisible que separa ficción y realidad", como hicieron autores que para él son referentes en esta parcela como Claudio Magris y el recientemente fallecido G.H.Sewald.

Aseguró que se siente pesimista a la hora de hacer presagios sobre el futuro de su país por la falta de relevo en la clase política pero confía en la capacidad de reacción que ha demostrado el pueblo argentino ante la adversidad.

Martínez, autor de dos obras elogiadas casi unánimemente por la crítica latinoamericana, "La novela de Perón y Santa Evita", trabaja actualmente en una novela que tendrá como escenario la Dictadura argentina, que pasó íntegra fuera de su país y que supone "un hueco en mi vida que quiero recuperar".

Jesús de Polanco dijo que "El vuelo de la reina" es una espléndida novela cuyo autor definió como "unode los grandes escritores de lengua española" y un "gran periodista". "Con una mano envidiable para contar, Tomás Eloy Martínez nos ha tenido subyugados a todos los que ya somos sus lectores", añadió.

El premio se falló el pasado 4 de marzo y está dotado con 196.000 euros (unos 32 millones de pesetas) y una escultura de Martín Chirino.