"La sociedad", afirma monseñor Suquía, "tiende a juzgar a la Iglesia y sus acontecimientos desde los esquemas familiares. Esos esquemas son a menudo 'políticos' en el sentido de que lo que prevalece en ellos son los datos y cálculos, las estrategias o las expectativas de poder, los intereses económicos y políticos. Esta forma de entender la vida de la Iglesia se da, por supuesto, en los medios de comunicación, y tristemente entre los mismos creyentes".

"La verdad", añade Suquía, "e que tal modo de comprender las cosas de la Iglesia deja fuera de si lo más propio y rico, su identidad más profunda. ¿Cómo podemos esperar que quien no tiene accceso al misterio de la fe pueda comprender adecuadamente sus realidades? Para ellos la Iglesia no es más que una realidad humana, una institución social como las demás, y es natural que la vean y consideren con los mismos parámetros con que lo ven todo".

El prelado dice a los creyentes que "nosotros no hemos de proceder del mismo modo, sino cn otra mirada, desde la fe. Como lo hace Pablo VI en la primera encíclica de su pontificado, cuyo tema central es el diálogo".

"Visto desde la fe el principio constitutivo de la Iglesia", explica el cardenal Suquía, "es ciertamente la caridad, y en las relaciones de sus miembros debiera darse siempre el tono de espíritu propio del diálogo. Pero sin olvidar el ejercicio de la función propia de la autoridad, ni la sumisión respetuosa que se le debe. Porque la autoridad en la Iglesia es institución del msmo Cristo y le representa a él, es el vehículo autorizado de su palabra, y la personalización visible de su caridad pastoral".

"Como hombre que soy", señala Suquía, "sé que el nuevo arzobispo es también hombre de carne y hueso como los demás. Está tomado de entre los hombres, y es capaz de sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados por estar él mismo envuelto en flaqueza. Y a causa de esa flaqueza debe ofrecer el sacrifico por los pecados propios igual que por los del pueblo".

"Por eso ismo", concluye su carta pastoral Suquía, "necesita de vuestra ayuda y oración para que vele por vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas, con alegría y sin angustia".